Los fantasmas

Autor: Adolfo Carreto

          

Convencido estoy de que regresamos al tiempo de los fantasmas. Suele decirse que éstos desaparecieron con el invento de la luz eléctrica, aunque no estoy muy seguro. Edison, en 1880, inventó la primera lámpara de incandescencia, y se habría convertido, por ello, en el asesino de los fantasmas. Lo que no ha ocurrido.

Ciertamente han ido apareciendo fantasmas seculares, camuflados en cualquier rincón para aparecer en el momento más inoportuno. Esos fantasmas, en efecto, parecieran haberse replegado a su reino de las sombras. Pero tampoco. La nueva motivación cinematográfica, y gracias precisamente a la luz y a Edison, noche tras noche, y desde la pantalla chica, nos alertan de su existencia.

¿Es realmente el fantasma esa visión quimérica con la que el diccionario se empeña en definirlos?. ¿Es un “espantajo con el que se asusta a la gente sencilla”? ¿O es esa imagen fija, cosida a la fantasía, producto de una realidad onírica y siempre al acecho?.

Disertar acerca de los fantasmas pareciera un ejercicio meramente literario, metafóricamente apto aunque realmente inconsistente. En tiempos de ciencia y tecnología ¿quién se atreve a apostar en la creencia de los fantasmas?. Es preferible aceptar la realidad de Edison: en el tiempo de la luz no cabe espacio para el reino de las sombras. Y las sombras son el reino de los fantasmas.

Pero todo evoluciona, y la realidad también.  Aceptando la muerte del fantasma tradicional, no parece de más indagar sobre la proliferación de fantasmas modernos, menos misteriosos pero no menos ajenos al miedo colectivo. Por ejemplo, el apagón de Nueva York. Por ejemplo, la muerte a cuenta gotas de los soldados norteamericanos en Irak. Por ejemplo, esa fantasma llamado Bin Laden, que aparece y desaparece, o ese otro llamado Sadan Hussein que no termina de desaparecer. Por ejemplo, en Colombia la muerte violenta ronda como un macabro fantasma. Por ejemplo, en Latinoamérica y otras muchas partes del mundo la deuda externa es el gran fantasma que asusta a mandatarios y súbditos. Por ejemplo, en Argentina se sigue viviendo en el reino de los fantasmas crudos y reales, y no digamos en Venezuela. Y están los aparecidos. Y el hambre. Y las injusticias sociales. Y hasta los modernos escándalos eclesiales.

     Son demasiadas las cosas que causan inestabilidad física y emocional en nuestros contextos sociales. Así que el reino de los fantasmas continúa siendo la casa de los pobres (gente sencilla), y la espeluznante realidad es que nos hemos creado modernos espantapájaros para continuar asustando  al hombre de a pie. A las personas. A los pueblos.