Los ancianos

Autor: Adolfo Carreto 

    

     La tercera edad ha sido revaluada, es verdad. Durante mi infancia el anciano sesteaba en casa propia y aldeana todos los recuerdos de una vida que había ido pasando y que ya no tenía marcha atrás. Yo recuerdo a los ancianos de mi pueblo con muchísima dignidad, intentando unos algunos paseos solitarios, sentados otros en los poyos de las puertas esperando quien sabe qué, apenas sin quejarse, aceptando un destino que solamente puede imponer el destino. Vivían menos los ancianos de antes pero, eso sí, vivían más resignados. Y no digo que esto fuera una virtud, más bien, sí, una costumbre.

     En aquel tiempo, po0r no haber, no había residencias para ellos, no al menos como las hay ahora: ni en cantidad ni en calidad. En aquel tiempo quien todavía tenía fuerzas y ganas para contar, nos contaba, nos iba desgranando nuevamente una vida, a veces con sonrisa en los labios, a veces con muecas incomprensibles, y la veces también con evidentes signos de pesar. Ahora la sociedad no solamente ve de otra manera a la vejez sino que la vejez también se ve de otra manera a sí misma

     Pero siempre se dan en el camino tropiezos que a veces cuesta creer, y mucho menos aceptar; como este que me trae hoy la redacción de Europa Press: “Se necesitan voluntarios para atender a 140.000 ancianos que están solos en Madrid”. El ruego lo ha lanzado una ONG: Solidarios para el Desarrollo. Entre los datos que aportan es que un cuarenta por ciento de estos ancianos supera los ochenta años de edad, y otro de los datos, quizá el más escalofriante, es que “muchos de estos mayores viven con sus familias el resto del año, pero al llegar el verano son abandonados al ser considerados un estorbo”.

     Uno puede sentirse indefenso, sin fuerzas, con muchas disminuciones, pero llegarlo a convencer, y precisamente por los suyos, que son un estorbo debe de ser casi un anticipo de la muerte.

     Quizá lo que no terminamos de entender es que hacia ese final nos encaminamos todos; es un camino que no tiene retorno. Y sería muy bueno el poder vivirlo al menos con un mínimo de dignidad.

     Solidarios para el desarrollo lo intentan. Continúan buscando voluntarios. Quieren, entre otras cosas que estos voluntarios rompan la soledad y mejores la autoestima de los ancianos. Así es que se buscan personas que solamente dos horas a la semana, acompañen a los ancianos a dar un paseo o simplemente hablen con ellos, “ya que muchos no reciben visitas durante meses ni hablan con nadie durante días. Algunos ni siquiera pueden salir a la sale  por impedimentos físicos”.

     Pues con dos horas a la semana tenía tenemos mucho que aprender, sí, por la boca delos ancianos.