La Virgen latinoamericana

Autor: Adolfo Carreto

          

La devoción del pueblo latinoamericano a la Virgen María es de sobra conocido. No hay rincón geográfico. No hay rincón geográfico que no tenga su Virgen, igual que no hay nación sin santuario mariano. Relegar a la Virgen del contexto de la fe popular sería no solamente imposible, sino traumáticamente anticristiano.

     Es curioso que mientras la figura física de Jesús ha permanecido más o menos estereotipada, la de la Virgen se viste de múltiples identificaciones. No hay un Jesús “moreno”, pero sí una Virgen morena. No hay un Jesús con rasgos indígenas, pero sí una Virgen con esos rasgos. Existe la identificación del Jesús universal, y a la vez prolifera la gracia de la Virgen mucho más particularizada. Es como si la historia hubiese querido significar que la madre de Jesús de Nazaret es de cualquier lugar, porque es la madre de todos los hombres.

     La significación de la Virgen para el pueblo tiene también un cariz peculiar: “parece” más del pueblo que su Hijo; o dicho en otros términos: el pueblo la ha identificado más como suya, más a lo pobre.

     Son de considerar las “apariciones” de la Virgen: casi siempre los protagonistas, o los destinatarios del mensaje, son gente humilde, gente del pueblo llano, aparentemente los “menos” indicados para que los mensajes de paz y libertad pudieran llegar a sus destinatarios.  Pareciera que estas apariciones no fueran más que la puesta en práctica de ese primer canto narrado en los Evangelios y atribuido a maría de Nazaret: “Derribó del trono a los poderosos y enalteció a los humildes”. Tres pastorcitos en Portugal, una niña pueblerina en Francia, un indio en México..., solamente por enumerar tres de las apariciones más populares y universales, y más significativas.

     Es lo que ha conducido a la devoción a la Virgen latinoamericana: de ser simplemente Virgen a ser la Virgen Liberadora. El teólogo Maccise lo ha resumido admirablemente: “El hecho de que se vuelva a tomar conciencia de que maría no es solamente pobre sino que se pone de parte de los pobres, es hondamente significativo para los cristianos comprometidos en una evangelización liberadora. La Virgen latinoamericana dejó de presentarse como señora, título que indica superioridad, alejamiento, poder, altura, para identificarse como “madre” característica diametralmente opuesta, y que está en función no solamente de amor, cariño y comprensión, sino de defensa del hijo. Y si se muestra como madre no puede estar desligada del quehacer de sus hijos, contextualmente pobres, por su liberación.