La tierra anhelada

Autor: Adolfo Carreto      

   

Los ciudadanos norteamericanos y los europeos pueden vivir la mayoría bien, muchos muy bien y algunos hasta mal. Y tienen derecho a vivir bien, por qué no. De lo que se trata es de eso, de conseguir una buena calidad de vida, de no estar pendiente exclusivamente de la subsistencia, de desechar el temor a quedarse a la intemperie. La pobreza, hay que reconocerlo, es una pesadilla. La pobreza no entra en plan humano alguno, ¡estaría bueno!. Si por algo suspiran los países pobres, y las comunidades pobres de los países ricos, es por salir de su estado de indigencia y frustración.

Nadie quiere vivir en la opresión, en la ausencia de libertad, en el encerramiento. Si algo nos enseña la Biblia es precisamente eso: el intento del pueblo elegido, y todo pueblo es el elegido, para escabullirse del dominio del opresor.

Siempre ha habido una tierra de Canaan, suspirada, un paraíso perdido anhelado, un lugar en el cual la comunidad en peregrinación pueda asentarse y hacer de su vida un reposo, un asentadero, un lugar estable. Hoy día, los paraísos anhelados se llaman Estados Unidos y Europa, y los modernos peregrinantes, los inmigrantes, unos inmigrantes que pueden llevar escrito sobre su frente el salvoconducto de la ilegalidad. Son buenos para realizar los trabajos que detestan los nativos, esos trabajos que, por otra parte, hacen más llevadera la vida de los países ricos, pero dejan de ser buenos, los inmigrantes, y hasta peligrosos, cuando se inmiscuyen en otros menesteres.

Es verdad que a Europa han llegado cantidad de inmigrantes latinoamericanos, y es cierto que el estrecho de Gibraltar se ha convertido en el peligroso camino de paso de marroquíes y africanos en general, a costa de sus vidas, como diariamente reseñan los medios de información. Pero no es menos cierto que se aventuran por el camino de la desesperación en pos de la tierra de la esperanza.

Existen diferentes miedos, diferentes temores por parte de gobiernos y de ciudadanos de los países de acogida de inmigrantes con respecto a éstos. Por ejemplo, el último estudio realizado en España sobre la emigración, sostiene que “en poco más de diez años el número de extranjeros residentes en España llegará a los once millones, de los 2.2 millones actuales”. Es decir, que en el año 2015 la cuarta parte de la población española no será española, o no lo será de pura cepa, lo que ha llevado a escribir a un analista: “las calles españolas se teñirán de negro, rojo y amarillo en una mezcla de nacionalidades difícil de reconocer para muchos y poco apetecible para la mayoría”. Y esto, evidentemente, asusta. ¿Cómo buscarle el valor cristiano a fenómeno?.