Las nuevas catedrales

Autor: Adolfo Carreto      

   

     Al arzobispo de la italiana archidiócesis de Potenza se le ha ocurrido la gran idea de instar a sus feligreses, y más en concreto a los jóvenes, a que le escriban cartas. Y lo ha solicitado en forma de ruego, casi desesperado, como si el buen obispo no tuviera quien le escribiera. La correspondencia episcopal suele ser excesivamente protocolar, muy de escritorio, muy midiendo cada palabra para que no se escape ese gazapo que luego pueda traer cola. Y claro, ¿quién se aventura a escribir a un obispo con la terminología de uno, con la temática propia, con la desfachatez que pueda tener la juventud en la redacción, y decir, “mire, Potenza, lo que dijo usted en su homilía me parece una soberana tontería: ¿por qué no se viene una noche de juerga con la pandilla para que observe cómo se bate el cobre?. Porque desde su despacho difícilmente se puede observar”.
Pues sí, el arzobispo italiano tiene ganas de que le escriban cartas: “Escribidme también a mi vuestra carta”, ha rogado, pidiéndoles, además, una confrontación constante y productiva. ¿Tendrá tiempo el señor obispo de ahora en adelante para leer y posteriormente responder a tantos y tan variados interrogantes, unos religiosos, otros simplemente de convivencia, unos desesperados, otros con ganas de festejar?. Posiblemente uno, quizá sean sus asesores quienes le salgan al quite, le hagan el trabajo; pero no importa, el hecho de lanzar este reto en encomiable. Porque creíamos que los obispos estaban vedados para nuestra pluma y para nuestras quejas, y viene ahora monseñor Potanco y nos ruega que quiere nuestras cartas, muchas cartas, cartas dirigidas personalmente a èl, ya que le da la sensación de que los feligreses, y en concreto los jóvenes, andan desperdigados. “Muchos cristianos, dice monseñor, ya no se consideran parte viva de la Iglesia, sino casi extraños”. Y la correspondencia, es verdad, acerca mucho, puede acercar mucho, y puede servir para quebrar tabúes, para deshelar actitudes, para aclarar entuertos. Que buena falta hace.
El medio elegido es, claro está, vía Internet. Es el punto de encuentro moderno al que la Iglesia está llegando, tarde, pero está llegando. Porque, es verdad, el e-mail, la web, ha pasado a ser, junto con el celular, el gran medio de envío y recepción de mensajes.
Si es cierto, como asegura monseñor, que los cristianos andan en desbandada, quizá el computador sea el punto de encuentro.- Claro, no es exactamente un despacho parroquial, o una iglesia, pero por algo se empieza. Hoy día las iglesias, las catedrales, no necesariamente han de ser de piedra, también pueden ser construidas con la inventiva de los chips. Al menos, eso cree este obispo.