Las grandes minorías

Autor: Adolfo Carreto          

    

    La defensa de las minorías étnicas ha sido un tema recurrente en la doctrina de Juan Pablo II. Se trata de un tema de discriminación social. A ciencia cierta, ya no sabemos, o no queremos saber en el contexto actual, cuáles son las minorías, o cual es el patrón a utilizar para diagnosticarlas: si el cuantitativo o el cualitativo. En el contexto mundial, muchos países, sobre todo aquellos que pertenecen al eje tercermundista, y que desgraciadamente son mayoría, pueden engrosar ese basto campo de las minorías, esto es, de las relegaciones. Un enfoque cualitativo.

     El Papa ha diagnosticado: “el derecho a la vida es inalienable, y un estado que persigue o tolere actos que ponen en peligro la vida de los ciudadanos pertenecientes a grupos minoritarios viola la ley fundamental que regula el orden social”. Pero si a este indiscutible principio del derecho a la existencia lo enmarcamos en un contexto más amplio, habría que decir que las mayorías cuantitativas son hoy las minorías cualitativas.

     No hay más que pasear la mirada por ese espectro escalofriante de quienes se ven forzados a padecer los efectos de la deuda externa. Son enormes mayorías, privadas de los recursos más urgentes para la subsistencia. Y son estas grandes masas humanas, las que se ven forzadas a soportar un peso impuesto por las minorías poderosas.

     El juego entre mayorías y minorías está en el ámbito de la estructura del ordenamiento socioeconómico mundial, o de eso que tan lúcidamente describió el mismo Pontífice en su encíclica Solicitudo rei sociales: los blosques y sus influencias. Desgraciadamente son muy numerosos, y muy sutiles, los “actos” de las minorías poderosas que ponen en peligro la vida de los ciudadanos, a todos los niveles.

     Dentro de este panorama se agrava más aún la situación en las consideradas tradicionalmente minorías, es decir, esa especie de residuos sociales que prácticamente existen en todas las naciones: indígenas, depauperados, etnias, emigrantes, parados, perseguidos políticos, reductos religiosos...

     Sin embargo, la defensa de las minorías, de cualquier signo que sean,  no puede ser argumento para la excusa del terrorismo, ese argumento extremo e inhumano, extraño inclusive para las minorías de verdad, pero insertado como quiste en algunas de ellas, como una condición de falsa subsistencia. No puede ser el terrorismo el argumento para la autodefensa. El Papa tajantemente insiste en que “solamente el diálogo y la negociación son el camino obligado para la paz”.