La religión como delito

Autor: Adolfo Carreto 

    

     Y es que resulta que la religión en general, cualquier religión en particular, se ha convertido en delito. ¡Era lo que faltaba!. Siempre implorando por la libertad religiosa y ahora hemos descubierto que la tal libertad no es ni más ni menos que la mascarada para el delito.

     Nos estamos volviendo un ocho con el tema religioso. Nos hemos metido, nos han metido, en un contexto de sospechas que no sabemos en qué va a acabar. Las religiones han entrado en entredicho, y no creo que sea por culpa de las creencias sino de las políticas que han sido encumbradas al rango de las creencias. Cuando los políticos ponen a Dios como testigo de su verdad están sacralizando algo que es absolutamente mundano, y la mayor parte de las veces, corrompido. Hemos sostenido que los fanatismos no son religiones, y los fanáticos no son personas religiosas: muy al contrario son quienes denigran, quienes ennegrecen las creencias, esas por las cuales dicen actuar. Si comenzamos a poner en entredicho a las religiones, malo. Si comenzamos a instituir la sospecha de lo sagrado como algo denigrante, malísimo. Hay que sostener lo contrario, justamente lo contrario: la religión, la que sea, en cuanto religión, es un principio salvador no un fin para la condena.

     No estoy de acuerdo con el ministro del Interior español, señor José Antonio Alonso. Me parece muy bien que le siga los pasos a todo sospechoso de mancillar la condición humana, y el terrorismo no es otra cosa que esa: mancillar la condición humana, pero no al extremo de culpar a la religión como semilla de terrorismo: quieren controlar los mensajes en las iglesias, mezquitas, pagodas, sinagogas, donde sea. Y eso ya, de entrada, es simplemente un atentado terrorista. Quien cometa un delito, que lo pague, eso sí; quien atente, de palabra o de obra, contra la dignidad de los demás, que lo pague, eso sí. Pero eso de condenar por principio, y eso de condenar de entrada al principio religioso, me parece una insensatez que no cuadra ni con los principios socialistas ni con ningún principio que se precie.

     El ministro español ha tocado una llega que no debería haber tocado: la de la sospecha de lo religioso porque sí. Y es que habrá imanes perversos, no lo dudo, igual que obispos, popes, rabinos o como se llamen. Y habrá que castigarlos según su grado de perversidad, pero no porque sean lo que representan sino porque son perversos. Tampoco nos hacen bien a quienes creemos. Pero de ahí a achacar los males políticos a las religiones es no solo una falta de sensibilidad sino una falta de conocimiento, señor ministro.