La preocupación de un Cardenal II

Autor: Adolfo Carreto

          

El cardenal Tarancón, al referirse a aquellos primeros cristianos, subrayaba que la inteligilibilidad de su testimonio estriba precisamente, aunque parezca paradoja, en lo misterioso e inexplicable, humanamente, de su conducta y de sus actitudes ante las realidades de la tierra. No se distinguían externamente de los demás por la doctrina que profesaban, sino por la vida, que reflejaba unos valores distintos, a veces contrarios a los que explicaban la vida de la humanidad”.

    El cristiano de primera data no era apologético, es decir, no se expresaba de modo autosuficiente, portando en la mano argumentos doctrinales, sino manifestando ante los demás una forma de vivir distinta. Y ese era su testimonio. No de corte intelectual, sí de raigambre vital La denominada nueva evangelización necesita realizar un análisis valorativo en la utilización de los signos. No siempre los criterios de una supuesta mayoría son los más apropiados. Si así fuera, ningún movimiento de renovación, a cualquier escala de la vida humana, hubiese prosperado.

     La historia de la fundación de las órdenes y congregaciones religiosas es buena muestra de cómo las personas de la época reconocían a los promotores como distintos: por su comportamiento, por su testimonio. Los casos de Francisco de Asís y Domingo de Guzmán son dos ejemplos patentes. Y hay que decir, en su defensa, que los mayores obstáculos para salir airosos en sus intentos no los recibieron del pueblo sino de las élites, entre las que hay que anotar las eclesiásticas.

     ¿Qué signos hacen hoy inteligibles a los cristianos, como masa de creyentes?. No por casualidad está hablándose de la inculturación de la fe, lo cual no significa otra cosa que respetar esos signos perfectamente legibles para las comunidades autóctonas.

     Afirmaba el cardenal Tarancón que el mundo moderno está cansado de palabras y apologías y que el hombre actual no se deja convencer por argumentos de autoridad o por referencias históricas. Todo eso, utilizado como signo, ya no sirve o, para lo único que sirve es para aumentar la increencia.

     Por tanto, la nueva evangelización debe argumentarse sobre un testimonio vital. Y hay muchas cosas que se hacen desde la Iglesia que no solamente son ilegibles sino hasta pueden leerse como atestimoniales. Por eso, el interrogante del cardenal español es altamente significativo: “¿Cómo conseguiríamos que nuestro testimonio cristiano –y el de la Iglesia oficial- fuese inteligible y eficaz?”. Esta era la preocupación de todo un señor cardenal: el cardenal Tarancón.