La Macarena

Autor: Adolfo Carreto              

           

     Las lágrimas de la Macarena, la Virgen del dolor andaluz, son las lágrimas de todas las mujeres andaluzas y de todas aquellas que alguna vez se han arrodillado ante ella para rogarle el favor que siempre se ruega. Una, dos, tres son las lágrimas de la Macarena, absolutamente puras, absolutamente inmaculadas, lágrimas divinas, lágrimas de Virgen. Si no fuera por esas lágrimas, la Macarena seguiría siendo Virgen, pero no seguiría siendo la Macarena, porque la Macarena es la Virgen sevillana de todos los días, aunque es más Macarena durante Semana Santa.

     Pareciera que en Sevilla no cabe el dolor, pues los sevillanos llenan de música todo lo que tocan, pero sí cabe, y ahí está la Macarena, con sus tres lágrimas eternas, proclamando el transparente y musical dolor de Sevilla. Sevilla, hasta cantando, sufre. El dolor sevillano puede convertirse en música y es doblemente doloroso.

     Así y todo sea el rostro de la Macarena un rostro de dolor juvenil, es una Virgen compacta, reina, ataviada como solamente puede ser ataviada una Virgen andaluza para salir a la calle y esparcir sus lágrimas de madre dolorosa para regar el sentimiento de los sevillanos.

     La Macarena es Virgen de toreros, pregúntenle a Curro Romero, pregúntenle a Joselito, “El Gallo”, que era su ferviente cofrade y le brindaba faenas en los días más señalados, y le rezaba antes de salir a la plaza como se le ruega a una madre que está pendiente: “No llores por mí, madrecita, que el toro no se atreve”. Y Joselito se fijaba en las tres lágrimas de la Macarena y la faena salía redonda. Hasta que un día el toro se atrevió: por eso continuaba siempre llorando la Macarena.

     ¿Y cómo La Macarena no iba a ser la Virgen de Juanita Reina, si esta nació en el barrio de La Macarena, que es tanto como decir que no hay más Vírgenes que esas que están donde uno nace?. Y cada quien tenemos la nuestra, la de nuestra ermita, la de nuestra comarca, la de nuestro origen.

     Pero la Macarena, más allá de ser la Virgen de los sevillanos, es la Virgen de todos, es la Virgen de una España de amor y dolor que en estos días se ve más enlutada que nunca. Ahí están esas lágrimas de la Macarena que desde Sevilla se trasladaron a Madrid y se deslizaron por los rostros  de todas las mujeres españolas para llorar este Vía Crucis adelantado al once de marzo y que ya no se nos desprenderá jamás.

     La Macarena es la Virgen que canta llorando y llora cantando, en forma de saeta, todos los días, pero sobre todos, el once de marzo, el Viernes Santo.