La inquisición y Juan Pablo II

Autor: Adolfo Carreto

          

     Me había propuesto no escribir durante estos días sobre Juan Pablo II, pero la tentación es muy fuerte. Tengo que congratularme, en líneas generales, con que nos haya dirigido espiritualmente durante veinticinco años. Y desgraciadamente, el Papa no da para más. Como sobre el particular se ha escrito tanto, prefiero, por respeto, y en estos momentos, guardarme la palabra.

     Pero sí quiero unirme en su homenaje aunque solamente sea por esta razón: el hecho de la rectificación, y en un asunto tan delicado y polémico como es el de la Inquisición. Así lo admitió el Pontífice en aquel histórico viaje a España: un error histórico, el de la Inquisición, que se prolongó durante 300 años. El hecho de que el Papa, en su momento, reconociera este error histórico de la iglesia, y que lo hiciera en España, tiene un cierto sentido también histórico: la Inquisición, que fue un tribunal eclesiástico encargado de juzgar y castigar los delitos cometidos contra la fe católica, funcionó en forma “celosa” en España.

     Esto por una parte. Por otra, una orden religiosa, también española en sus orígenes, aunque desarrollada principalmente en Francia precisamente para convertir a los cátaros,  fue la Orden encargada prácticamente para presidir estos tribunales. La razón era sencilla. Se consideraba a los dominicos como los “más preparados filosófica y teológicamente” para enjuiciar los errores contra la fe. No por otra razón.

     Pero sí hay otra razón por la que el Papa sacó el tema precisamente en España: uno de los principales Inquisidores, el dominico Tomás de Torquemada, era también español. ¿Quiere esto decir que la Inquisición fue una institución netamente española?. Por supuesto que no. Las bases de la inquisición las dictó el Concilio de Verona en el año 1183. Y estas bases se prolongaron, concretamente en España, hasta 1834, después de una breve interrupción, desde 1808 hasta 1814, cuando Napoleón la suprimió.

     Pero hay más: son muchos los españoles que están convencidos de que la Inquisición se prolongó hasta bien avanzados los años 60 del siglo pasado. El estado, confesionalmente católico, confundió la política con la religión, identificó realidades sociales, si no contrarias, al menos independientes. Y son muchos los que reconocen, y los que sufrieron en forma más o menos violenta, esta especie de inquisición a lo siglo XX. Algo parecido ocurrió en Estados Unidos durante el macartismo.

     Razones sobradas tenía el papa, por lo tanto, para reconocer en suelo español ese “error histórico” de la Iglesia y de algunos gobiernos... en suelo español. Y aunque parezca insignificante, ahí va esta rosa de la rectificación en el ramillete que ofrezco a su Santidad en su 25 aniversario.