La incoherencia

Autor: Adolfo Carreto              

    

No resulta aventurado afirmar que uno de los desajustes que sufre nuestra vida, la personal y la social, es la incoherencia. Una vez que tal desvirtud se hace del dominio público el fruto que le sigue es la incredulidad.

     Una de las mayores preocupaciones actuales de la Iglesia católica, y me sospecho que todas las Iglesias, es el haber descubierto, dentro del grupo que hasta ahora les había sido fiel, la increencia, cuando no la indiferencio o hasta el total abandono. Los programas de la Iglesia católica sobre la nueva evangelización tienen como objetivo precisamente amainar este éxodo de sus fieles, los cuales están volteándose al bando “infiel”. No que se anoten a otra religión sino que, lo que es más bochornoso, prefieren anclarse en el vacío de ninguna.

     Esta conclusión a la que están llegando los modernos ciudadanos debe resultar verdaderamente traumática para aquellos que practica la Verdad, es Verdad cuyo objetivo consiste en acercar a los hombres hacia la conquista de la felicidad.

     Pues bien, todo esto, a mi modo de ver, puede resumirse en una sola palabra: incoherencia. Esto es, quienes más deben presumir de lógicos, por su calidad de hombres públicos y guías del pueblo, o guías de los creyentes, son quienes más han propiciado la relación ilógica entre la vida y la felicidad.

     Los pueblos pobres no se fían de los pueblos ricos porque éstos no lucen su lógica a la hora de solventar los problemas. Los creyentes no encuentran en los argumentos religiosos bases lógicas para hacer de su vida un recodo de felicidad. Los líderes políticos han caído en el abuso de la demagogia. La corrupción administrativa se ha adueñado de los estamentos que deberían combatirla y  erradicarla. El negocio de la droga ha logrado enturbiar la credibilidad de las instituciones que más fiabilidad deberían expandir. Y parece que todo se soslaya con aquel argumento de que “el que esté sin pecado, lance la primera piedra”.

     Todas las instituciones, desde las religiosas hasta las políticas, deberían hacer un “retiro espiritual” para analizar qué parte de culpa tienen en este desajuste que rige nuestras vidas. Si ya no creemos en una fe, religiosa o política,  ¿qué han hecho sus patrocinadores para no impedir que lleguemos hasta este vacío de la indiferencia?.

     Incoherentes somos todos, cierto; pero hay culpables para que la incoherencia se haya convertido en regla.