La feria

Autor: Adolfo Carreto          

       

Se prendieron las luces y todo es fuego en Sevilla. De día y de noche, fuego. En los cuerpos y en el ambiente, fuego. En los vestidos de las mozas y las chiquillas. En los carruajes. En los bailes por sevillanas, que son los bailes eternos de la feria y de todos los días de Sevilla. Se prendieron las luces, se abrió el portón y la noche comenzó a ser día en Sevilla, con el calor del tiempo y con el calor de la festividad.

     Sevilla arde por los cuatro costados de su feria en una alegría desbordada, aunque la verdad es que en Sevilla la alegría es desbordada siempre, aún en semana Santa, cuando se sale en procesión y a las imágenes de los pasos, sobre todo a las Dolorosas, se las reza cantado con pena honda pero esperanzada, que es tanto como alegre.

     Sevilla va a vivir unos días envuelta en copla y vino, en faralaes y jinetes a montura de sus corceles enjaezados, y tomándolos por la cintura la inconfundible pose sentada de la sevillana mostrando los volantes de sus variopintos vestidos, sus claveles en el cabello desmelenado, y su sonrisa para repartir.

     Famosos todos ellos se exhibirán por la Feria, unos para proclamar su dignidad sevillana, otros para cosechar exclusivas en esas rentables revistas del corazón, que comienzan sugiriendo para terminar aireando el escándalo sentimental, el rompimiento económico, el desfalco de tal o cual, el nuevo divorcio para dar entrada al nuevo empate. Todo desfilará por las calles de la feria. Todo envuelto en manzanilla, que es el vino de la feria y que no hay otro mejor. Todo en medio de un calor escalofriante para propios y extraños, para oriundos y turistas, para protagonistas y mirones, para cámaras fotográficas, para lo que sea. Sevilla se ha convertido en un hervidero no sólo de la gente sino, y sobre todo, de las intenciones de la gente.

     Sevilla en fiesta, Sevilla en Feria. Es esta una romería profana con una religiosidad sevillana que asombra. En Andalucía toda romería es, a la vez, religiosa y profana, profana y religiosa, porque los andaluces andan por la vida al paso de sus santos, con sus grandezas y miserias, como hay que andar siempre por la vida, sin esconder, sin esconderse. No es como en otras partes, que al pan, pan, y al vino, vino; allí es vino y pan en un todo porque la bulla, la alegría y el desenfado lo son todo.

    Se prendieron las luces y la luz de múltiples colores se desborda no solamente desde las casetas sino desde los corazones, desde el alma, porque la Feria, en Sevilla, se goza más con el alma que con el cuerpo. Los sevillanos lo saben y los forasteros lo aprenden.