La conversión

Autor: Adolfo Carreto

          

     El cardenal de Milán, Dionigi Tettamanzi, ha pedido una conversión misionera para su diócesis. No es mala iniciativa. Estamos en tiempos de misión, y no sólo porque es tiempo de cuaresma, esto es, de conversión, sino porque estamos en época de absoluta misión. La iglesia ha preferido darle otro nombre, el de nueva evangelización. Es cuestión de matices. Lo cierto es que a la Iglesia, por vocación, se le exige una nueva toma de conciencia, una nueva presencia es este mundo prácticamente secularizado, como muy bien lo reconoce la misma jerarquía.

     Antes  eso de misionar parecía significar el ir a convertir a los infieles; ahora la misión consiste en reconvertir a los que oficialmente eran fieles, esto es, tenían papeles de pertenencia a una iglesia. Antes el infiel estaba lejos, ahora se encuentra cara a cara, en la misma acera. Antes el misionero era el que se iba, ahora es necesario quedarse. Pero lo más importante, antes el misionero era el que evangelizaba, ahora es también el que necesita evangelización. Al menos eso es lo que piensa el cardenal de Milán.

     ¿Qué cómo se logra esto?. A juicio del prelado italiano “la evangelización impone a la Iglesia de hoy abandonar una pastoral rutinaria para afrontar una conversión misionera, que debe tener como protagonista la comunidad parroquial y, en su seno, cada creyente y realidad social”.

     Están soplando vientos nuevos en la toma de conciencia de la rectificación, es decir, de la conversión. Han quedado muy atrás los triunfalismos, aquellos tiempos en los que creíamos que la salvación había triunfado, o estaba en camino de ello. Posiblemente los creyentes, aupados por sus pastores, se durmieron en unos posibles laureles que fueron progresivamente mustiándose. Y se ha dejado pasar demasiado tiempo sin atreverse a la rectificación, como sugiere el prelado italiano, a abandonar la pastoral rutinaria.

     ¿Acaso no es cierto que ha sido la rutina interna la que ha venido achicando las ansias fervientes de evangelización?. Cada día son más los creyentes que exigen un nuevo Concilio, un concilio para los tiempos que corren, un Concilio que revise y que invente, un concilio no acomodaticio sino para una Iglesia que debe comenzar, porque conversión no es otra cosa que comienzo, emprender el camino que se ha perdido. Y para ello el cardenal de Milán propone tres puntos: una celebración cualitativamente cuidadosa de la eucaristía (¡cuánto me gusta esto de “cualitativamente!), la administración de los sacramentos en un contexto de fe celebrada (¡cuánto me gusta también esto del “contexto!); y, por último, la presencia coherente de los cristianos (en particular de los laicos) en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana”. Y cuánto me gusta esto.