Juguetes monstruo

Autor: Adolfo Carreto

          

No me refiero a E.T., aquel marcianito que nos llegó en plan de simpatía, ternura, lágrimas, humanización, capaz de llorar y hasta de hacer llorar. La industria cinematográfica da para muchos trucos, inclusive infantiles, y para mucha comercialización. Me refiero a una muñeca, esa que apareció en navidades pasadas en el mercado jugueteril norteamericano y que pronunciaba esa terrible frase: “mata a tu mamita”. Vamos, yo creo que esto es apología del delito, apología del matricidio y apología de la insensatez. Así de claro. Así de trágico.

     Hay gente que opina que el creador de esta supuestamente encantadora muñequita por fuera, y diabólica por dentro, es, o debe de ser, un perturbado mental con problemas síquicos, reacio a aceptar a su madre como tal. No sabemos de sus antecedentes, al menos yo no lo sé. Pero que una forma de vengar la memoria de su madre sea vengarse de todas las madres a través de las niñas, me parece una monstruosidad. Si no fuera así, no cabría otra explicación.

     Aparte del incidente, uno se pregunta: ¿será cierto que nada de lo que hasta ahora hemos tenido como “valor” fuera realmente valor?. ¿Ha caído el mundo en la trampa de creer que lo que hasta ahora habíamos considerado como “bueno”, o al menos aceptable,  fuera una terrible equivocación, y lo que había considerado como “malo” fuera lo realmente aceptable?. ¿Existen intereses poderosos con el fin de desestabilizar, no ya las sociedades sino los propios valores individuales de las personas? O, lo que es peor, ¿habremos comenzado a vivir en el que, para desestabilizar a las sociedades, sea necesario comenzar desde el origen, esto es, desde la desestabilización de la propia unidad familiar, esa unidad que se sustenta, ante todo y sobre todo, en el amor?.

     No deja de ser preocupante este diabólico “invento”. Los anteriores interrogantes tienen, por fuerza, que desaparecer, si seguimos pensando que no hay nada, que no puede haber nada que se sustente sobre el cimiento del odio, que el odio jamás puede ser cimiento de nada; que el odio, en definitiva, es lo que lleva a la trágica muerte.

     Esto debe de tenerlo muy claro, aún en el caso de su oscura enfermedad, el inventor de la muñequita: porque no hay frase más odiosa que ésta: “mata a tu mamita”. Sobre todo grabada en el corazón de una muñeca, es decir, en la mente de una niña.