¿Imágenes robot?

Autor: Adolfo Carreto          

 

     Hay cosas que no me gustan, qué le voy a hacer. No digo que estén mal, simplemente que no me satisfacen. Por ejemplo, esta de robotizar las imágenes de los pasos que salen en procesión durante la semana Santa por las calles de pueblos y ciudades de toda la geografía española. Me he enterado de que un grupo de expertos en robótica ha robotizado el brazo del Cristo de la Esperanza, de Málaga, para que pueda bendecir de forma más aparentemente natural, y no como lo hacía hasta ahora, pesadamente, como si su brazo estuviera eternamente cansado, como si las fuerzas hubieran huido o estuvieran a punto de agotarse del Redentor.

     Al parecer, el éxito de estos ingenieros del Instituto Andaluz de Automática Avanzada y Robótica ha cundido en otras cofradías, como en una de la pequeña localidad malagueña de Almogia. También podrá bendecir con su brazo robotizado. O sea, que estamos en el umbral de una nueva iconografía religiosa, de una nueva presentación animada de las imágenes, de un nuevo espectáculo para la manifestación de la fe.

     Yo prefiero la imágenes tal cual, como fueron ideadas, sin toques de maquillaje modernizante, como debe ser una imagen que se precie y también cualquier devoto que se precie de esa imagen. No quiero que las Dolorosas comiencen a demandar lágrimas de agua accionadas por un mecanismo automatizado. Prefiero las lágrimas que quedaron vivitas eternamente en el rostro, tal y como el escultor  fue inspirado. Porque, estas tallas son inspiraciones, no productos en serie, encargados para ser comercializados. No quiero que los esbirros continúen dando latigazos programadas a esos Nazarenos que llevan ya todos los latigazos sobre sus espaldas. No quiero que la Verónica enjugue una y otra vez con su paño el rostro de Jesús para que no vaya multiplicándose ese rostro que, a la postre no es más que uno y perdurable. No quiero que la hidráulica haga caer a Jesús más de tres veces, que tres son suficientes. No quiero que la lanza se ensañe en el costado como si se tratara de la caza de un animal ya más que acorralado.

     Prefiero que me dejan las imágenes como están, en ese momento inmortalizado, y no me las conviertan en un juguete más, porque esto de las procesiones ni es juego, ni es espectáculo. Podemos modernizar  todos estos momentos de la pasión pero no a tal punto que aparenten falsos.

     Quizá no estén de acuerdo conmigo, pero yo prefiero arrodillarme ante esa Virgen de las Angustias que tiene sobre ella todo el peso de todas las angustias sin robotizar. También a la fe hay que cuidarla de las extravagancias.