Gustavo

Autor: Adolfo Carreto      

   

Gustavo Gutiérrez  jamás soñó que internacionalmente alguien iba a reconocerle, en forma oficial, su labor en pro de una teología que puso al día, en la Iglesia, y no solo en la latinoamericana, la teología. Y es que teologías no hay más que una; las otras son formas, más o menos contaminadas, más o menos interesadas, o más o menos puras, de reflexionar sobre lo fundamental: Dios y la relación del hombre con El. Lo que acaba de expresar este gran teólogo pastoralista es algo que debería escribirse con letras de oro: “No creo en la teología de la Liberación, creo en Jesucristo”. ¿Todavía no queda claro con esta formidable confesión quién es Gustavo Gutiérrez y qué tipo de teología y qué forma de pastoral es la que practica?.

     Aplaudí como un tonto  al enterarme de que Gustavo había sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias en su modalidad de Comunicación y Humanidades, al igual que debo confesar que experimenté una especie de frustración cuando no otorgaron el Nóbel de la Paz a Juan Pablo II. Y no es porque a quien se lo concedieron no tenga méritos suficientes y sobrados, es por esa manía todavía de mucha gente en querer identificar enfermizamente a personas con instituciones. Gustavo Gutiérrez y Juan Pablo II, a pesar de los pesares, son dos cuñas de la misma astilla, con serias diferencias en algunos aspectos teológicos, eso sí. Pero son dos personas para quienes los pobres son preferenciales. Si a estos dos añadimos a la beata Teresa de Calcuta, nos topamos con esta trinidad moderna que se constituye en argumento para convencerse de que uno no está equivocado en eso de la fe.

     Lo de Gustavo, para mí, es de un orgullo especial. Lo oigo ahora y lo reconozco tal y como lo oí hace treinta años. Lo veo ahora, encumbrado  al honor de los premios, y lo noto tan humilde como entonces, más si cabe. Cada una de sus frases es un tratado no sé si para hacer teología, pero sí para hacer meditación: “los pobres mueren antes de tiempo”, “¿cómo decirle al pobre que Dios lo ama?”, “para mi hacer teología es escribir una carta de amor a Dios en quien creo, al pueblo al que pertenezco y a la Iglesia de la que formo parte”.

     Pues nada, Gustavo, lo dicho, dicho. ¿Qué importa que las autoridades eclesiásticas de Oviedo no quisieran ir a escucharte?. ¿Sería por rechazo a ti o por temor a que oficialmente te reconocieran como teólogo de verdad?. No importa. Ellos se lo perdieron. De mi parte, además de las gracias por lo que me has enseñado, un abrazo.