Esos chicos que no conocemos

Autor: Adolfo Carreto    

 

    Lo que voy a escribir me lo ha inspirado el periódico La Razón, bajo la pluma de M. Vázquez/F. Osuna, es de ley consignarlo. No siempre se leen cosas así, a pesar de que sus protagonistas, por ser quienes son, y además excelentes profesionales del mundo del fútbol, aparecen con asiduidad en las páginas deportivas. Si un jugador de fútbol, estrella por demás, cree en Dios, reza, evangeliza en el vestuario o en su casa, va a misa, se confiesa porque también se siente pecador, comulga, y todas esas cosas, no es noticia; pero si sale de farra, si protagoniza un altercado en un bar luego de que se le pasó la mano en las copas, si engaña a la mujer o consiente que la mujer lo engañe, si cobra millones no ya por jugar a fútbol sino por protagonizar un escándalo apto para las páginas del corazón, entonces el titular va. Es decir, se nos ha fotografiado a unos deportistas que posiblemente no sean lo que leemos, o lo que de ellos nos muestran: a unos nos los encumbran por defecto, a otros nos los minimizan por ocultamiento.

     Pues mire usted por donde estos periodistas de La Razón han tenido la osadía de quitarnos la venda de los ojos y mostrarnos a algunos de los grandes jugadores como son cuando no los vemos jugar, cómo piensan cuando no piensan en el balón, cómo no es magia cuando se santiguan antes de iniciar el partido, como rezan un Padrenuestro, cual si fueran toreros en su altarcito del hotel y antes de salir al ruedo. La religiosidad de los toreros la teníamos más clara, más fotografiada, la de los futbolistas y entrenadores ha quedado más soslayada, como si se tratara de un mundo que no es el mundo de los estadios.

     Jugadores como Gabriel Batistuta, como Ito, el del Betis, como el Chileno Marcelo Salas, como el croata de la Real Sociedad, Kovacic, como el argentino Balbo, como el nigeriano Kanu, como el italiano del Inter. De Milán, Javier Zanetti, como el belga George Grun o el alemán Oliver Bierhoff, o Marco Antonio Senna, del Villarreal, o Leonel Pipa Gancedo, del Murcia, o Kaká, del Milan... y tantos y tantos otros que no han llegado todavía a la curiosidad de los periodistas, no tienen empacho alguno en afirmar que no solamente  son creyentes sino practicantes, que no solamente aceptan la fe que mamaron o que descubrieron sino que la practican como Dios manda.

     Opino que las nuevas estrategias evangelizadoras deberían apoyarse en estos predicadores del balón para que sus hinchas, y el público en general, se den cuenta de que sus ídolos no son esos loquitos que andan por ahí discutiendo millones y escándalos.