El pecado de la limosna

Autor: Adolfo Carreto

          

     Ha venido extendiéndose la moda de la ideología de la limosna. Sin embargo, la limosna jamás podrá ser el sustituto de la justicia sino, en el mejor de los casos, un complemento de la misma cuando haya menester. La limosna resultaría innecesario cuando en realidad hubiese imperado el estado de justicia, sueño de todo ser humano en el contexto de su vida social.

     Por supuesto, no es lícito, y menos ético, predicar contra la limosna: se trata de una virtud. Pero es obvio que no se puede abusar de un ensalzamiento de la misma, cuando tal mensaje caritativo oculta al mensaje prioritario: la implementación de la justicia.. Este tópico ha sido retomado por muchas Iglesias del continente latinoamericano. En su momento lo hizo la Argentina. Después de haber realizado un análisis objetivo de la situación económica del país, los obispos se dirigieron tanto a empresarios como a políticos para advertirles que de lo que se trataba era de “dar trabajo, no limosnas”. Textualmente la Conferencia Episcopal Argentina dijo en su momento: “Convocamos a la clase política y a los empresarios para que den trabajo a quienes lo necesiten, desdeñando los beneficios propios, aún a riesgo de perder ganancias inmediatas. El pueblo necesita ganar más y los trabajadores no quieren limosnas sino trabajo”.

     El desempleo continúa siendo la tónica por estas latitudes. En Venezuela ha llegado a su tope máximo en toda su historia. La CTV y la oposición en general han lanzado una rabiosa acusación contra el gobierno de Hugo Chávez ya que el desempleo, la pobreza extrema, la necesidad y el hambre de forma escandalosa. La acusación se ha hecho más enérgica al comprobar cómo el gobierno está manipulando la información de las cifras del desempleo.

     Pues también aquí, como antes en Argentina, ha prosperado la táctica de la limosna: una subida mínima de sueldos que disparó al doble el costo de la vida, unos mercaditos artificiales que en nada resuelven las mínimas exigencias de los más necesitados, una mendicidad por las calles que produce escalofríos. Y al parecer, el régimen de limosnas fantasmas continuará, porque la limosna también es un arma política, lo cual se convierte en el más degradante de los pecados.

     Un clamor sin fronteras. Quizá la crisis que estamos padeciendo no sea tanto de economía cuanto de humanidad, porque “si la patria está volviéndose pobre, es porque la estamos malgastando”. Un clamor venezolano, un clamor latinoamericano.