El Cristo del Greco

Autor: Adolfo Carreto     

 

 

El crucificado de El Greco no es un Cristo muerto en la cruz, humillantemente clavado, es un cristo pronto a resucitar. El Viernes Santo, para El Greco, es solamente un paso más en la ruta hacia la gloria. No es la derrota. No es el triunfo del poder de la fuerza ante la debilidad del inocente, no es el triunfo del mal sobre el bien; es sencillamente el camino necesario para que el destino se cumpla, para que la justicia prospere, para que la fe no se estanque. El Cristo de El Greco es divinamente plástico, izándose hacia la altura, un cristo más espiritual que corporal, más en el reino que le corresponde que en este reino.

     Hasta las nubes que sirven de fondo al colorido  nebuloso del cuadro de El greco, son nubes que ascienden, nubes con esos destellos de claridad, de relámpago permanente, de luz que llama hacia la altura. No son nubes de catástrofe sino a punto de estallar en una tormenta bienhechora para dar paso a la claridad definitiva.

     El Cristo de El Greco no es un Cristo trágico, no es un cristo atormentado, no es un Cristo descoyuntado, no es un Cristo con la cabeza agachada, con la mirada derrotadamente caída, con la sangre rodándole por el costado, con los dedos de las manos crispados por el sufrimiento. Pareciera  esta de El greco una crucifixión poco dolorosa, una crucifixión más de un Dios que de un hombre o, si se quiere, la perfecta armonía de la crucifixión de un Dios encarnado en el hombre, quien, sin dejar de ser hombre no puede dejar de ser hijo de Dios.

     La crucifixión de El Greco es luminosidad hasta en lo oscuro. Pareciera que El greco se niega a que todo termine en la muerte. Ciertamente, la crucifixión de El Greco no es la alegoría del sufrimiento, no es la muerte como derrota: es la resurrección ya antes de la resurrección.

     Siempre El Greco ha sido así: llevar todo lo terrenal hasta el umbral de lo celestial, permitir al cuerpo transformarse en espíritu, lograr que el alma se aúpe por encima de todo lo material. EL Greco no es pintor de materialidades sino de triunfos sobre la materialidad. Todo asciende, todo tiene un camino hacia lo alto, nada es derrota que el mal ocasione.

     El Cristo de El greco es un crucificado diferente porque todo en la pintura de El Greco es diferente. El Cristo de El Greco ya está anunciando, inclusive plásticamente, la resurrección.