El camino

Autor: Adolfo Carreto            

 

 

 Este es el año del camino, así que este año todos los caminos conducen a Santiago de Compostela, hasta la tumba del Apóstol. Por eso, este es un año de magia y de gracia. También, por qué no, año de aventura, de diferentes aventuras. Priva la aventura espiritual, por supuesto, pero no es la única.

     El camino hacia Santiago lo protagonizan  fundamentalmente los creyentes, pero no sólo los creyentes, también los curiosos, también los aventureros, y también los que, sin creer, anhelan, o van en busca, o desean indagar, o sospechan poder encontrarse con lo que nunca se han encontrado.

     El camino se hace a pie, a lomo de caballería, a pedaleo de bicicleta, a ruido de moto, a tranquilidad de vehículo, a rapidez de avión; por eso, el camino es más largo o más corto, más empinado o más suave. Tambièn se hace a solas, o en compañía de pocos, o en compañía de muchos, por eso es más silencioso o más bullanguero.

     Durante el trayecto se reza, se canta, se inventa, se medita. Por el camino hay edades en marcha, desde la juventud hasta la adultez, desde la algarabía hasta la sobriedad. Por el camino hay estilos en el vestir, estilos en el descansar, estilos en el cantar. Por el camino hay encuentros, hay posadas, albergues, iglesias y ermitas con milagros escondidos, leyendas de peregrinos de antes, leyendas de apariciones de santos, santos que han dejado su pedestal disfrazándose de caminantes para acompañar a los caminantes.

     Todos los caminos llevan a Santiago aunque no todos los caminantes llegan. Ahora se llega con más facilidad que antes pero igualmente en el camino se encuentran tropiezos: tropiezos físicos y también síquicos. Así que algo divinamente humano tiene el rito del camino, aun para aquellos que lo hacen sin previo convencimiento de que el jubileo sea efectivo.

     Los caminos que se emprenden para conseguir lo que no se consigue en el lugar propio siempre son caminos de esperanza. Lo que sí es seguro es que una vez ante la tumba del Apóstol se produce el milagro: el milagro del estremecimiento, que es mucho más que un escalofrío, el milagro de sentirte y de sentir lo que no se sospecha, el milagro del convencimiento de que el trayecto ha valido la pena. Por eso el camino, a como dé lugar, es siempre provechoso.