Culpas y arrepentimientos

Autor: Adolfo Carreto                

 

 

Es un dato curioso, y digno de estudio, observar cómo los poderes, sobre todo aquellos que no gozan de amplio apoyo popular, han sentido la necesidad de buscar una especie de justificación a su proceder en alguna de las diferentes Iglesias. Los poderes de derechas han sido más dados a esta tentación que los de izquierda, quizá porque unos y otros han considerado a las Iglesias, con razón o sin ella, como entidades netamente conservadores. Este tema ha vuelto a saltar a la palestra con el posible enjuiciamiento, en Argentina, de los militares que masacraron a la ciudadanía. Uno de los implicados ha querido echar leña al fuego, acusando a algún obispo de apoyar aquella criminal práctica.

     Ahora que la Iglesia Católica, y no pocas de las Iglesias protestantes, están más a favor de los oprimidos que de los poderosos, al menos en la prédica, los gobiernos han tenido necesidad de ampararse en Iglesias complacientes. No olvidemos el caso de Ríos Mont ni olvidemos el de Pinochet. También en Venezuela a Chávez se le ocurrió coquetear con los evangélicos una vez que la jerarquía católica no dio el visto bueno a su desquiciada revolución.

     El caso africano fue el típico de este contubernio. El apartheid, condenado por la Iglesia Católica al igual que por otras religiones, había encontrado su apoyo siempre en la denominada Iglesia Reformista Holandesa. Pero esta denominación religiosa a la postre terminó negando consentimiento. Pero para que la justificación de la teoría y de la práctica del apartheid no quedara huérfano, una nueva rama de la tradicional Iglesia Reformista vino a ocupar su lugar.

     Como casi todas las Iglesias, sobre todo las de raigambre cristiana, la Iglesia Reformista Holandesa sintió la necesidad de un cambio de mentalidad. Pero, al igual que algunos de sus miembros se iban “convirtiendo” hacía el lado liberal, otros se anclaban más en el conservador, esto es, aquel que sentía la necesidad histórica del apartheid y la defensa del gobierno de los blancos en Sudáfrica.

     Con el choque de estas dos tendencias se produjo el cisma, el cual se sintetizó entre aquellos que apoyaban al sistema y quienes lo condenaban. Los que lo apoyaban pasaron a formar una nueva Iglesia, auto denominándose precisamente, Iglesia Reformista Africana. O, más simbólicamente, Iglesia de Cristo para los africanos blancos. Con semejante título, no hay para donde escoger. Por eso muchas veces tenemos que hacer caso de las críticas de los no creyentes, porque por el camino hemos ido dejando muchos pelos en la gatera.