Contra la violencia

Autor: Adolfo Carreto           

 

 

     Contra la violencia se pueden hacer muchas cosas, y creo que todas las que se hagan son pocas, pero esta que se les ha ocurrido a las superioras religiosas de varias diócesis italianas no me parece cosa baladí. Copio textualmente la noticia: “Las religiosas italianas propusieron en el marco de su asamblea nacional, apagar los televisores en todos sus conventos como señal de protesta contra la violencia. La agencia informativa SIR indicó que la protesta –que duraría seis meses, quiere llamar la atención de la sociedad italiana sobre la degradación de muchos programas de televisión basados en la violencia”.

     No sé si este sacrificio protesta de las religiosas calará en la sensibilidad de las familias. ¿Quién se atreve a no encender una televisión hoy días en la propia casa?. Pero es que ni siquiera los italianos van a enterarse de esta protesta, a no ser en pequeños cenáculos. No obstante, la intención de las monjas es, al menos, una llamada de atención, y siempre las llamadas de atención de este calibre son beneficiosas.

     Pero sí es verdad: prolifera la violencia en los programas televisivos. Prolifera la violencia en todas sus formas y categorías. En el desprecio que a veces se realiza con ciertos comentarios, en la selección de noticias que tienen más morbo que auténtica información, en todos esos programas basura y de color rosa, que son más de color tétrico que otra cosa, y por supuesto las despiadadas escenas de guerra, y por supuesto las despiadadas imágenes del terrorismo, y por supuesto las no menos despiadadas declaraciones de quienes pretenden justificar lo injustificable, y no digamos la violencia política, y no digamos, también a veces, la violencia religiosa...

     No sé si se podrá depurar la televisión de esta violencia a veces encubierta y no pocas veces exaltada; dicen que es el signo de nuestro tiempo y que tenemos que convivir con él. Y yo me niego a sostener este argumento porque es el argumento tonto de la resignación y casi de la claudicación ante el no poder convivir. Así es que me uno ante esta buena intención de las religiosas italianas que, aunque la protesta dure solamente seis meses y posiblemente nada se logre, al menos podamos ir entendiendo que la violencia, si no se le pone coto, es el gran cáncer que nos está acorralando.

     Estoy casi seguro que cuando estas religiosas, luego de seis meses, vuelvan a ponerse ante el televisor, la industria no habrá cambiado mucho, porque en esto de la violencia se ha convertido también en industria del espectáculo y del lucro.