Chiara Lubich 

Autor: Adolfo Carreto     

 

 

  Chiara Lubich es una mujer completa; solamente con decir que promocionó la espiritualidad de la unidad, que es una espiritualidad típicamente comunitaria, muy alejada del egoísmo personalista, sería suficiente. Italiana de origen y ciudadana del mundo. Abrió su vida en caminos inventándose el Movimiento de los Focolares y desde entonces ya todos los caminos conducen al mismo camino: al camino de la unidad, al camino del ecumenismo, al camino del entendimiento en base a la única religión posible, la del amor, la de la convivencia, la del entendimiento; es decir, al camino donde van a dar todas las religiones.

Partiendo de los principios cristianos ha unido en su quehacer y en su espiritualidad los valores paralelos de todos los credos y de todas las culturas. Y Dios, el Dios de todos, debe estar muy complacido por ello. Copio de una página de los Focolares: “Por esta espiritualidad, vivida en los más variados ambientes y culturas, se han abierto diálogos fecundos: en el mundo católico entre individuos, grupos, Movimientos y asociaciones, para contribuir a reforzar la unidad; entre cristianos de diversas Iglesias para favorecer la plena comunión; entre creyentes de varias religiones y personas de convicciones distintas. Juntos nos encaminamos hacia esa plenitud de la verdad y esa fraternidad universal a la que todos tendemos”.

Pues bien, esta mujer termina de realizar un diagnóstico que complace sobremanera, que disipa las nubes a la que la convivencia diaria nos tiene oscurecidos, que pone optimismo en el futuro y que, no solamente hay posibilidades sino que no hay más remedio. Termina de diagnosticar que “el tercer milenio se forjará gracias a las relaciones fraternas entre los creyentes de las diferentes religiones, y que este es el único futuro para una sociedad multiétnica, multicultural y multirreligiosa”.

Quizá este sea el momento más oportuno para decirlo, y con ella están de acuerdo cristianos protestantes, cristianos católicos, budistas, musulmanes, judíos y sijs, entre otros integrantes de diferentes credos.

Digo que el momento es oportuno porque pareciera que hoy día el mundo está disgregándose violentamente a causa de las intransigencias religiosas. Pareciera que la culpa del terrorismo proviene de las creencias, lo que no es así: proviene de los fanatismo, que bien distinto es. Chiara Lubich ha traído a colación a Agustín de Hipona y ha dicho que él “tuvo la gracia y la perspectiva de ayudar a la conciencia cristiana a entender que la convulsión de la civilización que estaba ocurriendo bajo los ojos de todos sus contemporáneos no era el fin del mundo, sino el nacimiento de un mundo nuevo”. Yo también lo creo.