Arte y evangelización

Autor: Adolfo Carreto

 

 

     “La nueva evangelización necesita redescubrir el arte”:  lo ha dicho el teólogo italiano Pierluigi Lia y estoy de acuerdo. El arte, ya en cuanto arte, es algo divino, y si se trata del arte religioso, más. Me refiero al arte de cualquier religión,  pero sobre todo me refiero al arte de la religión en la que creo.  Amante como soy del fenómeno artístico no me imagino a nuestra religión al margen del arte: de la arquitectura, de la escultura, de la pintura, de la literatura.

     Europa es un gran museo cristiano, le pese a quien le pese, que va dejando retazos de fe por todos los rincones. Ya no hablemos de catedrales. Ya no hablemos de esculturas labradas en piedra, madera o bronce. Ya no hablemos de pinacotecas en cualquier pueblo o aldea donde se alza una ermita o donde se cimbrean, en el campanario, las campanas, que también son obras de arte. Hablemos de los caminos, de cualquier camino de pueblo donde te topas con una cruz, donde te topas con la estatua de un santo peregrino. Hablemos de todos y cada uno de los caminos de Santiago, que son tantos y de tantas geografías que tuvo que inventarse la Vía Láctea para alumbrarlos. Hablemos de esos cruceiros que exaltan a los peregrinos y los peregrinos a ellos. Hablemos de tantas iglesias que no solamente sirven para rezar sino tambièn para meditar extasiándose ante un altar barroco, ante una Inmaculada de cualquier pintor, ante el patrono o la patrona del lugar, ante la inmensidad enclaustrada en ese recinto.

     Hablemos de los conventos, de los monasterios, de las abadías, de sus claustros de todos los estilos, de sus coros de todos los estilos, de sus espadañas de todos los estilos, de sus campanas bronceadas en todos los estilos. Y no me refiero al arte de los más grandes, me refiero al arte escondido en cualquier pequeño templo, en cualquier diminuta ermita, en cualquier austero monasterio.

     Dice el teólogo italiano que “el arte tiene un papel indispensable para anunciar a Dios en la nueva evangelización”; ¡pues sí!. En la nueva y en la vieja. En la de antes, en la de ahora y en la que vendrá. Es imposible no creer ante un cuadro de El Greco, ante un milagro pictórico de Zurbarán, ante un Cristo de Velásquez, ante una talla de Gregorio Fernández y también ante una melodía gregoriana, que es el sagrado arte cantado sobre todo si se escucha en la basílica de Monteserrat.

     Quizá debiéramos rezar un poco más ante una obra de arte religioso para poder creer un poco mejor. Quizá debiéramos preguntar a los pintores, a los escultores, a los literatos, a los músicos, a los arquitectos quién les inspiró lo que plasmaron para que resultara una obra tan divina.