Basilio, el carácter de la sangre (2 de enero)

Autor: Adolfo Carreto   

 

 

Si no hubiese sido santo este Basilio, la lógica no existiría. Estoy absolutamente convencido de que la sangre, toda sangre, es una misma, pero bajo dos denominaciones: la sangre biológica y la sangre espiritual. Y ante semejante realidad, lo demás son especulaciones. Vean si no.
Su abuela, santa Macrina; su madre, santa Amelia; su hermana santa Macrina, como la abuela; su hermano Pedro, santo. ¿Qué podía ser él? Si la doble sangre no cuenta pues entonces nada sé de matemáticas. Pero no por nacer donde nació, no por respirar lo que respiró, no por trajinar con quien trajinó solamente, fue santo: estas cosas, si no se riegan, terminan agostándose. Y Basilio, desde el año de su nacimiento, 329, comenzó a regar lo que iba a ser.
Un tipo arriesgado, en todo. Un tipo al que no le temblaba el pulso. Un tipo con decisión inquebrantable. Cuando el emperador quiso que renegara de la fe, Basilio se le enfrentó. Así cuentan que se enfrentó:
- ¿Me amenazas con quitarme lo que tengo? ¿Qué me vas a poder quitar si no tengo casas, ni bienes? Pregunta a los pobres dónde está lo que tenía. Pero, está bien: puedes atormentarme. Fíjate, es tan débil mi salud que no resistiré ni un día de tormentos sin morir y no podrás seguir atormentándome. Te queda desterrarme. Pues bien, a cualquier sitio a donde me destierres, allá estará Dios, y donde esté Dios, allí es mi patria, y allí me sentiré contento.
- Jamás nadie me había contestado así, Basilio.
- Es que jamás te habías encontrado con un obispo.
Tengo que decirlo porque, si no, reviento: se me antoja el precursor de los obispos afines a la teología de la liberación, es decir, un Pedro Casaldáliga más. Y no por lo del enfrentamiento con la autoridad sino por lo de la doctrina. Así escribió: “Óyeme cristiano que no ayudas al pobre: tú eres un verdadero ladrón. El pan que no necesitas le pertenece al hambriento. Los vestidos que ya no usas le pertenecen al necesitado. El calzado que ya no empleas le pertenece al descalzo. El dinero que gastas en lo que no es necesario es un robo que le estás haciendo al que no tiene con qué comprar lo que necesita. Si pudiendo ayudar no ayudas, eres un verdadero ladrón”.
Así es que el hombre se las traía, de elocuencia rotunda, sin pelos en la lengua. Una santidad de poner las cosas en su sitio. Seguramente esto lo aprendió también en su casa.
Pero además, Basilio, obispo, fue el iniciador de las Constituciones que regulaban la vida de quienes comenzaban a vivir en común. La regla de la congregación, eso que hoy día se hace imprescindible. Un hombre que le gustaba poner cada cosa en su lugar.
Pues bien, se trata de un santo y de los primerísimos siglos. Se trata de un individuo de hogar de santos, que se marchó a Egipto para aprender de la vida de los monjes del desierto. Se trata de un santo que predicó dentro y fuera de casa, a vida o muerte, a tiempo y destiempo. Su tiempo le duró cuarenta y nueve años pero pareciera mucho más. Un obispo a carta cabal, que es lo único que se necesita para ser obispo santo.

.