Los ritos

Autor: Adolfo Carreto   

 

 

No podemos vivir sin ritos. Si nos desagradan los que tenemos, nos inventamos otros. Y es que la vida sin ritos, sin ceremonias, pareciera que no es vida, como pareciera no ser Noche Vieja, Fin de año, sin las uvas. Que ya sabemos que las uvas ni van ni vienen pero tienen que estar preparadas para el momento de las campanadas, aunque nos atragantemos. Así es que las uvas, en esa noche, es el jugo que une lo viejo y lo nuevo, lo que muere y lo que nace, lo que se quiere olvidar y lo que se anhela.
Se han vuelto a poner de moda los ritos. No se quiere un rito pero se inventa el que lo sustituye. No se quiere el bautismo religioso y se inventa el bautismo laico, aunque, la verdad, no entiendo por qué se empeñan en llamar bautismo a esa ceremonia habida últimamente en Cataluña para presentar al muchachito como integrante de la comunidad en la que vive. Eso no es un bautismo, ni laico siquiera, es simple y llanamente un rito. Y tampoco entiendo por qué ha levantado la polvareda que ha levantado. ¿Qué unos padres, con testigo incluido, llámese madrina o como se llame, presentan oficialmente al crío en la prefectura?... ¡pues muy bien!. No se ha hecho mal a nadie ni se ha degradado nada. A no ser que siempre los de siempre quieran tener la sartén por el mango y el mango también.
Todos tenemos derecho a hacer de nuestra vida un rito. Quien come lentejas para llamar a la fortuna y a la prosperidad el día de fin de año es un rito como otro cualquiera. Que después resulte, es otro cantar. Quien use ropa interior amarilla esa misma y señalada noche para atraer las buenas energías para el año entrante, pues de perlas. Y quien, después de las doce campanadas se eche a la calle arrastrando su maleta para que el nuevo año le proporcione el viaje soñado, pues muy bien. Yo dudo que estos ritos sean efectivos, pero si no se practican y, por ende, esos anhelos no se dan, la culpa es el no haberlos practicado.
Las bodas civiles desde hace mucho tienen su ritual, un poco soso, es la verdad, pero ritual al fin. Y hay novias, me costa, que prefieren el ritual eclesial por lo bien que suena la marcha nupcial a la entrada, y por lo espectacular que avanza la novia con su vestido de novia, el cual no luciría como luce en este contexto en una jefatura.
Así que no le echen mucha cabeza a eso de los “bautizos civiles”, los cuales, cuando se pongan de moda, perderán la gracia. Y menos que la jerarquía eclesiástica se empeñe en que le están robando algo o que le están mancillando el sacramento. Al fin y al cabo, esos padres jamás llevarían a su muchachito hasta el agua bautismal. Mejor, que sí.

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