Los centros de educacion religiosa

Autor: Adolfo Carreto   

 

 

Yo fui educado en colegio religioso, de frailes dominicos, en Valladolid, y no me quejo. No solamente no me quejo sino que estoy satisfecho. Más todavía, lo añoro. Quizá mi enfermedad sea añorar siempre mi niñez, pero he de reconocer que se trató de una niñez digna, escasa de muchos recursos, es verdad, pero digna, muy digna. A veces echo el recuerdo atrás para toparme con incongruencias y no las consigo. Cuando leo quejas de los colegios religiosos de esa época me enfurezco. Eso no me pasó a mí. Ni a mis compañeros. Lo que no implica, en honor de la verdad, que haya que medir a todos por el mismo rasero.

     Los dominicos nos educaban no solamente para la vida sino para una vida muy especial, para la vida misionera. También para la intelectualidad. Y hasta para el arte. Estando con ellos comencé a ganar mis primeros premios literarios, que son los mejores, porque son los primeros. Estando con ellos aprendí la puntualidad, que no me ha abandonado de por vida. Estando con ellos aprendí la alegría, quizá porque no encajaba, en frailes siempre vestidos de blanco, otra nota que no fuera la alegría. Con ellos aprendí igualmente el sacrificio, que no es virtud de poca monta cuando el sacrificio es virtud y no masoquismo. En una palabra, con ellos aprendí a vivir. Pues aquel, mi colegio, ya no existe como colegio. Es uno de tantos de los que han pasado a peor vida.

     En cuatro años desaparecieron en España 733 centros de enseñanza regentados por monjas, desde 1996 al 2000. Era la época de Aznar, la época de un supuesto catolicismo partidista a ultranza y a bien con la jerarquía eclesiástica española. Así es que el asunto viene de largo.

     ¿Por qué cierran los colegios de religiosos y religiosas, tan numerosos y repletos en los años sesenta-setenta. No por razones políticas, por supuesto, pues en aquellos tiempos la política a este tenor no era tan beligerante como ahora. Han ido cerrando los colegios, dicen los informes, por la falta de alumnos, por la escasez de vocaciones religiosas y, por ende, porque quienes los regentaban han ido falleciendo o se han convertido en ancianos. Y dicen igualmente las estadísticas que “de aquí a diez años, el 80 por ciento de los religiosos rebasarán los 65 años de edad.

     Me gustaría que el famoso tema de la educación religiosa, que tanta batalla está trayendo en España, comenzara a analizar estos porqués. No es que la religión y su enseñanza sea exclusividad de curas y monjas, por supuesto que no, ¡faltaría más!, pero es cierto que en estos colegios era donde se formaba a esos católicos de mi generación, que prácticamente somos los que perduramos. Ah, y eran el semillero de vocaciones. Pero todavía quedan más de cinco mil centros abiertos. ¡Hay que hacer un esfuerzo!. Y una autocrítica.

.