Cargando con la Cruz

Autor: Adolfo Carreto 

 

 

          Yo, que tantas veces hablo con el Greco, no podía desperdiciar esta oportunidad. Pareciera que el pintor se ha salido de los convencionalismos, inclusive de los convencionalismos bíblicos, para mostrarnos otra cosa. Lo he dicho y continuaré diciéndolo: el Greco no pinta cuerpos, pinta espíritus; sus pinceles no están para materialidades sino para sublimidades. La materia, inclusive la pictórica, no entra en la paleta de este pintor. A el Greco no le gusta la derrota, eso está claro. La muerte jamás es lo definitivo, ni en las escenas humanas ni en las divinas.

     Andaba yo con ganas de sacarle el tema al pintor y le espeto de una vez:

-         ¿Por qué no respetas la tradición?

Doménico contempla la cantidad de bocetos que atesora, unos que se han convertido en lo que ya son, otros que permanecerán bocetos de por vida. No sonríe. No se burla. Es incapaz el Greco de desestimar a su oponente. Pintando lo que pinta es incapaz de dar una pincelada, así sea de palabra, no acorde. Piensa, eso sí, que posiblemente yo no entienda sus trazos, que no haya sabido extraer la enjundia que él pretende mostrar.

-         ¿A cual de mis cuadros te refieres?

-         Al de Jesús con la cruz a cuestas.

    Le digo que todos los pintores se aplican a la literalidad y que pretenden plasmar un Jesús hombre derrotado, un Jesús con las fuerzas quebradas, un Jesús todavía con dudas, como si no estuviera seguro aún de a dónde lo conducen. Dominico Teotocópulos me echa la mano al hombre y señalándome el cuadro, pregunta:

-         ¿Te molesta que lo haya pintado así?

     Por supuesto que no. ¿Cómo va a molestarme un Cristo que derrocha dignidad, un Cristo que lleva sobre sí una cruz consciente de que esa cruz no es un peso, de que jamás podrá derrotarlo, convencido de que la cruz llevada así a nadie tritura, a nadie mancilla, a nadie aniquila?. Se lo digo y presiona su mano sobre mi brazo.

-         ¿Qué más ves? –insiste.

     Veo a un Jesús sobre el cual no han podido hacer mella. Veo a un Jesús sereno. Veo a un Jesús con la mirada donde siempre dirige la mirada el Cristo de el Greco: ese mundo por venir, ese mundo que se acerca, ese mundo que purifica, ese mundo que salva. Veo su boca cerrada, pero no presionados los labios, no con gesto de tipo alguno de dolor. Veo una corona de espinas que no han causado rasguño sobre su frente. Si pretendían violencia la violencia no cabe en este cuerpo. Ni siquiera sus vestiduras anotan un pliegue que se haya arrastrado por el suelo.

     Avanza con paso lento, pero firme. Si hubiera obstáculos en el camino los separa con su porte. Si hubiera inconvenientes, ya están vencidos.

-         Un cristo así, Doménico, jamás podrá permanecer en un sepulcro.

     Y el Greco me dice: parece que vas entendiendo, un Cristo así es resucitado antes de morir porque hay muertes que no pueden dejar mella.

     Aún con la cruz a cuestas tiene temple de Dios, y eso es lo que ha querido el pincel de Doménico Teotocópulos, el del pincel sagrado español y toledano que nació en Grecia.

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