Agonía

Autor: Adolfo Carreto 

 

 

Les dijo que se fueran a dormir, que para estar solo El se bastaba. Eso me dijo El Greco que les dijo, y por ende no hay que echarles la culpa de que cedieran al sueño. Judas todavía no había regresado del encargo y mientras Judas no regresara todo estaba en orden. Me dijo El Greco que el pincel le dijo que las más oscuras sombras de la noche son las más esclarecedoras soledades y que por eso el Maestro deseaba estar a solas consigo mismo. Puede que consigo mismo o puede que buscara en él mismo otra compañía. Elevar la mirada hacia lo alto y esperar la respuesta que ya había lanzado. ¿Era posible llegar a este momento?
Se sabe que estos son momentos crueles, cuando todavía estás a salvo pero con la certeza de que quien te apresa ya está en camino. Por eso es mejor que sus compañeros se acurruquen en el sueño, un poquito alejados de Él, porque lo que Él tiene que ver no es bueno que ellos lo vean.
Me dice el pincel de El Greco que el ángel le trae un cáliz. ¿Para qué? El último brindis ya fue alzado en la casa, cuando todos se alimentaron pascualmente para la noche. Dicen que para andar estos caminos hay que almacenar fuerzas, por eso Él insistió en aquella cena.
- Puede que estemos derrochando en la comida, Maestro.
No importa quién lo dijera. La mesa estaba servida y la comida estaba para lo que es la comida. Ojalá bebieran hasta emborracharse. Ojalá no pudieran percatarse de nada. Pero eso es imposible. Al menos, ahora que duerman, que no saben lo que les espera.
Cuando, luego de verlos dormir, se aleja un poco más, la luz de la respuesta le llega en forma de ángel con cáliz incluido. Bebe más, le dice el ángel. Es el último cáliz. Lo es. Jesús ya lo sabe. Esta vez no habrá brindis. Lo aceptará y se lo llevará al espíritu para auparlo de una sola vez. Lo apura con toda la clarividencia que el pincel de El greco ha colocado en la escena. No es una visión. No es un sueño perturbador. Es lo único en la noche que permanece en toda su claridad.
¿Pedías una respuesta? Aquí la tienes. La respuesta es este cáliz. Toma. Si brindas se cumplirá el brindis. ¿Lo aceptas? ¡Que se haga la voluntad!
¿Qué dirá Pedro cuando despierte? Es cierto que se ha acostado con la espada al alcance, por si acaso. Andan por ahí los fariseos amenazando y cuando estos tipos amenazan no puede uno andar con la espada fuera del alance. Pero ¿para qué sirve una espada si estás dormido? ¿Para matarte con ella? Duerme Pedro, y los demás, mientras Jesús apura ese cáliz que le acerca el Ángel y que no es igual que aquellas copas que escanciaron en la casa alquilada para la cena. Ni el vino tiene el mismo sabor. Que no beban ellos de este vino para que no confundan. El que Él les entregó es el del sabor verdadero.
- ¿Por qué lo has pintado con ese dolor en el rostro, Doménico?
El Greco me mira sin sonreír. Me señala su paleta y su pincel como si solamente ellos tuvieran la culpa. Pero no. Lo que pasa es que Judas se retrasa y hay que dar tiempo para que los compañeros duerman y Jesús se moje los labios con un vino que no quisiera tomar. Pero, que se haga la voluntad. Así ha sido decidido.

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