Pelagia y Tais, mujeres de la vida (8 de octubre)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Su nombre artístico era Gema, su nombre vulgar, Pelagia. Su profesión, la prostitución artística. Es una forma muy elegante y condescendiente de decir las cosas. Lo cierto es que no sé cómo se ejercían estas profesiones en aquellos tiempos, siglo V. Me imagino que más o menos como ahora. Quizá ahora se haya tecnificado más la comercialización, no de la carne sino del oficio. Quizá ahora las mafias presionan con técnicas más sofisticadas. Quizá ahora el traslado de mujeres desde los más remotos lugares hasta las más encumbradas metrópolis resulte más fácil y rápido. Pero la esencia del oficio, y del negocio, sospecho no ha variado mucho. Y hay cosas, a través de los tiempos, que no son para variar, sí para perdurar.
Gema, vamos a decirlo sin miramientos, era una prostituta fina, de exhibición, de hacer parte de su trabajo sobre las tablas y parte en las alcobas. Tenía que bailar muy requetebién, tenía que danzar con mucho desparpajo sensual y sexual, pues su fama iba de boca en boca. Quienes anclaban en Antioquia no se perdían el espectáculo de Gema. Dicen que en alguno de sus números solamente llevaba sobre el cuerpo collares de perlas, de ahí su apodo de Gema.
Hasta que un día la mujer se topó con un tal Nono, de profesión anacoreta, pero designado obispo porque tenía dotes para serlo y porque había un Concilio de por medio al que debía asistir. Gema se topó con Nono e, igual que los ojos de los marineros se fijaban en sus contorneos, quedando cautivados, ella se fijó en la elocuencia del anacoreta y cautivada quedó. Hablaron. Qué le dijo Nono, lo desconozco, Pero ella le hizo caso. Y desde entonces comenzó a hacer la vida que había hecho el anacoreta. Y para que nunca más se toparan con ella quienes pagaban para toparse, se colocó una máscara de hombre y se hizo llamar Pelagio. Gema había quedado atrás. Y el baile. Y las ajorcas. Y los collares. Y los contorneos. Y lo nuevo fue la penitencia a partir de los consejos de Nono.
El caso de Tais es similar. Tais comenzó sus pasos por el buen camino pero terminó ejerciendo de Prostituta en Alejandría. Idénticos contorneos. Idéntica forma de ganar dinero. Y luego, de disfrutarlo.
Hasta que un día se topó con alguien que la había conocido cuando no era lo que ahora era:
- ¿Qué haces, Tais?
- Pues ya ves.
- Tú eres cristiana.
- Era.
- ¡Pero Tais!
Y hablaron. También me lo supongo pero no lo sé. Esas conversaciones siempre quedan en el anonimato, como secreto de confesión. Lo cierto es que luego de esa conversación, Tais se deshizo de su vida anterior y corrió hacia la soledad. Y si anduvo desnuda, ya no para que la vieran sino para penar la desnudez con la que se había exhibido. Nadie la contemplaba en su encierro. 
El cuerpo de ambas danzantes y comerciantes sexuales se convirtió en cuerpo para la penitencia. Esto es lo que cuenta la tradición. Ahora, para la Iglesia, ambas son santas y podemos acercarnos a ellas para rezarles.