Gregorio, el taumaturgo (29 de noviemmbre)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Por lo que de él sé, y sé más o menos lo que se de él se dice, no cabe la menor duda de que este Gregorio, pagano de nacimiento, pero luego convertido por la elocuencia didáctica de Orígenes, el gran pedagogo, es uno de los santos más milagreros, de tal forma que, pareciera, que todo lo que hizo, que fue mucho y bien hecho, se debe exclusivamente a los milagros, que también fueron muchísimos y de mucho monta casi todos. Y esto ya me gusta menos. Eso de convertir a la gente a fuerza de milagros, como he leído, me parece poco serio, casi una estafa, casi un prestidigitador. Me gusta más el razonamiento que el milagro, y mucho más serio. Y lo digo con respeto, porque sé que también el milagro cuenta, cuando es estrictamente necesario, no cuando se convierte en cotidianidad, en argumento para todo.
Lo llamaban el taumaturgo, que es precisamente eso: la persona que a cada paso que da deslumbra por su milagro. Tantos dicen que hizo que, desde Moisés a sus días, “no se había visto a un simple hombre conseguir tantos milagros como los que obtuvo él”. Y mira que corrió agua y se anduvieron caminos desde la época de Moisés, el que deslumbró al faraón con un milagro para cada plaga. Lo de Moisés suena a moraleja, pero la exageración con este Gregorio taumaturgo me suena a mucha leyenda. Es como si quisiéramos desvalorizar al santo en detrimento de sus milagros.
Y creo que algunos de los milagros que de él se cuentan están más o menos copiados del Antiguo Testamento; quiero decir, que algunos ya tienen marca. Como éste: dos personas entraron en lid por culpa de una fuente de agua, como aquellas dos madres que entraron en lid, cuando Salomón, por la propiedad del niño. Que si la fuente es mía, que si el niño es tuyo. Y vino Salomón y dijo: Corten con una espada al muchachito por la mitad, y le dan una parte a una y la otra a la otra; y asunto zanjado. Y vino Gregorio y dijo: ¿Qué la fuente es de las dos familias? Pues de ninguna, para que se acaben los pleitos. Y la fuente se secó. Y se acabaron las peleas. En el cuento de Salomón el niño salvó la vida porque la verdadera madre renunció a él con tal de que se mantuviera en vida. Y Salomón dijo: Esa es la verdadera madre: que se quede con el hijo.
Lo que sí es cierto es que este tal Gregorio, nacido a orillas del Mar Muerto, de origen pagano, fue un sabio en toda regla. Y cuidado si no el que más sabía acerca de Dios, o de los dioses, en su tiempo. Su maestro, el tal Orígenes, lo dedicó para que leyera todo lo que habían escrito los autores hasta entonces acerca de Dios. Y en ese estudio se dio cuenta de cual era el verdadero y de ahí su conversión. Por eso digo que fue el argumento más que el milagro lo que marcó su vida. Por eso insisto en que cuando preguntó cuantos paganos quedaban en la ciudad, y le dijeron que diecisiete, contestó: los mismos cristianos que cuando llegué.
Y también me complace aquel consejo que impartió a los cristianos, cuando los perseguían: escóndanse, no se pongan inútilmente en peligro. Y el mismo se echó al monte para que los soldados de Decio, allá por el año 250, no dieran con él. Milagros mucho más lógicos y sabios que muchos de esos otros que se le han inventado.