Santa Cecilia, la inspiradora de los músicos (22 de noviembre)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Pues no, nadie ha sabido decirle por qué. Nadie ha logrado ilustrarme por qué a esta Santa le han encargado la inspiración de los músicos, porque algo de música habría en su cuerpo, digo yo, o al menos en su temperamento. He repasado la escasez de datos de su vida, y nada; todo lo más algunos pintores que la sientan ante un órgano, de otros un poco más atrevidos que la ilustran con una vihuela, e inclusive de algunos que han bajado a los ángeles, siempre músicos, para que le den conciertos. Hasta ahí. Pero por que Santa Cecilia, tan popular, ha sido designada por derecho propio como patrona de los músicos y de la música, pues no lo sé. Y ardo en deseos por saberlo.
Una lectura piadosa se ha atrevido a ilustrarme sobre el particular, y me ha asegurado que seguramente es porque, mientras la martirizaban, en la interioridad de su baño, pues era esta mujer de familia con poderes, en vez de quedar sofocada por el vapor y por el calor, se lió a cantar. Desesperados los torturadores, y visto que las coplas de la muchacha podían más que los tormentos, se decidieron y la decapitaron, no sé si para acallar a la música o por la rebeldía de la joven en no morir. Lo cierto es que le zanjaron la cabeza de un espadazo. Ya digo, en esto de la música, hasta ahí.
Pero yo creo, Cecilia, y con perdón, que te pasaste. Esas cosas no se hacen. Que ya desde niña te empeñaras en la virginidad, bien. Que te negaras a contraer matrimonio, a pesar de los deseos de tus padres, bien también. Pero que accedieras a unirte a Valerio, con la condición de que él no se uniera contigo, es decir, que no te pusiera la mano encima a pesar de ser tu marido legal, pues mira, que eso no me va ni lo considero virtud alguna. Eso de decirle a tu esposo, el mismísimo día de la boda, según he leído, aunque no creo lo leído, pero eso de decirle, oye, Valerio, que aunque seas mi esposo, no puedes tocarme, porque he consagrado mi virginidad a Dios nuestro Señor, eso, Cecilia no está bien, no suena bien y es muy poco musical.
También me han dicho los que ven visiones inexistentes que “llevabas siempre el Evangelio sobre tu pecho”. Me imagino que el escritor echaría mano de la metáfora. No habían sido escritos los Evangelios para su divulgación masiva en aquellos tiempos, por eso presumo que tu personal biógrafo se refería al contenido, a las enseñanzas, más que al libro.
O sea, Cecilia, que me he topado contigo y en vez de aclarar tu identidad tanto musical como de esposa con todos los derechos y los deberes, me confundo más. A tu esposo, Valerio, y a su hermano Tiburcio, los mataron antes que a ti, porque tú los convertiste para que adoraran al Dios de tu pertenencia. Y luego, los torturadores, se ensañaron contigo. Fue en los primeros tiempos, y desde esos primeros momentos comienza la leyenda, esa que hasta hoy permanece y que yo acepto, sin saber por qué, eres patrona de la música, es decir, de esa inspiración divina que es uno de los mayores milagros y que tanto nos enaltecen.
Quizá jamás pulsaran las teclas de un órgano, como dicen los pintores, ni portaras guitarras o vihuelas, ya que los instrumentos de viento parecen menos femeninos. Tampoco importa. Ese ángel que dicen que siempre te acompañaba, y al que terminó viendo tu esposo Valerio, convencido de que sobre ti no podía poner sus manos, es un decir, es el que ha puesto música en la tradición, que todavía hoy suena. Amen.