Roque Gonzalez, el de las reducciones (20 de noviembre)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Es esta la historia de una bonita página del siglo XVII en Latinoamérica, cuando todavía los indios eran esclavos, cuando todavía los encomenderos hacían de las suyas, cuando todavía se desconocían algunas de las leyes más benignas, dictadas en la península, para el tratamiento de los naturales en estas tierras ya no recién descubiertas, pues ya han caminado sobre ellas dos siglos de dominio español. Defensa de los indígenas unos, principalmente los misioneros, dominicos, franciscanos, jesuitas, y esclavizadores otros, los encomenderos, los dueños del poder, la burocracia gubernamental inclusive.
Habían inventado por estas tierras, concretamente en paraguay, y por estos tiempos los jesuitas una nueva forma de convivencia entre los naturales, a la que denominaron Las Reducciones. Vamos a decir que se trataba de asentamientos naturales, de comunicas al más estricto sentido de las primitivas comunas cristianas, e inclusive no cristianas. Deseaban los jesuitas que los indios, en vez de sufrir las opresiones de las encomiendas vivieran al modo idílico de las Reducciones, en donde no había propiedad privada ni esclavos, ni jefes para mandar ni jornaleros para obedecer. Deseaban los jesuitas que los naturales vivieran a su aire pero, eso sí, con el nuevo y redentor aire de la docltrina cristiana, que para eso habían venido a estas tierras, que para eso eran misioneros: para evangelizar en cuerpo y alma.
Y en una de estas Reducciones, por las cercanías de La Asunción, trajinaba un tal Roque González, con otros compañeros, viviendo en ellas como vivían los indios, más sus rezos y sus meditaciones. Era este tal Roque hijo de españoles y le dio por el sacerdocio. Los españoles no habían emigrado de la península para procrear sacerdotes sino para medrar que era la norma. Pero a este mucho le dio primero por el sacerdocio y luego por ser jesuita. Había contemplado el orden de las Reducciones y dijo que eso era lo suyo.
Y eso fue. Con todas las privaciones del caso. Cuentan que los indígenas que con él convivían se consideraban afortunados. Cuentan, inclusive, que lo tenían como santo. Y cuentan que lloraron mucho por él cuando un día se presentaron otros indios, que no eran de la Reducción, al mando de otro indio, que era una especie de sacerdote natural de las religiones que proliferaban por selvas y descampados. Aunque otros dicen que no, que este tal no era más que un curandero fanático, un brujo que él mismo se había proclamado como tal, una especie de médico sin escrúpulos. Y que vio mermada su clientela por culpa de los jesuitas que cuidaban las enfermedades de los naturales en sus comunas, además de instruirlos en la nueva reducción. Y, como cuando a uno le tocan el bolsillo, comienzan las provocaciones, las desacreditaciones, las amenazas e, inclusive las emboscadas, ahí el brujo para convencer a otros indígenas y atacar a la Reducción en la que se desvivía el padre Roque González.
Y dieron con él. Y lo mataron. No esperaba una muerte así, a golpes de mazo, de improviso, mientras se esforzaba en aupar una campana sobre el pequeño campanario de la pequeña iglesia donde se reunían los naturales y donde Roque oficiaba los ritos.
Así es que este fue un martirio no por indios, como se dice, sino por la avaricia de un brujo que utilizó a la religión para vengarse de quienes pensaba él, atentaban contra su bolsillo.