Juan de Kety, el profesor (23 de diciembre)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

No tiene en su haber este santo más credenciales que las de ser profesor, buen profesor. Y, para mí, que he ejercido durante mucho tiempo esa profesión, es la más grande de las credenciales. Todavía me llaman, profesor, mis alumnos, y es un sobrenombre que llevo con orgullo, porque pueden olvidarme de mi nombre, pero no de mi identidad cuando los tuve a mi lado, cuando les aprobé un examen o no, cuando me equivoqué en los consejos y ellos me corrigieron. Maestros, profesores a secas, pero a tiempo completo, no hay muchos en los altares, y los que hay, además de profesores tienen otras prerrogativas. Pero este Juan, nacido en Kety, en la Polonia del siglo XV. Se dio de lleno a la docencia, y de ahí su santidad.
¿Qué milagros realizó? ¡Qué tontería! ¿Qué milagros realiza un profesor que se dedica a tiempo completo al milagro cotidiano de la enseñanza como Dios manda? Y, sin embargo, tales milagros cotidianos, durante tantos años, con tantas personas, siguen pasando desapercibidos. Y, sin embargo, algunos alumnos todavía los proclaman, pero no para achacárselos a su profesor sino a la casualidad. ¿Qué no significa esa expresión, cuando el alumno proclama: pasé de milagro?
Pero sigue pasando inadvertido este santo para las mayorías, no sé si por el día que el toca, este 23 de diciembre, que es un día de transición, cuando ya ni siquiera hay clases por las proximidades del veinticuatro, o por no haber sido pródigo en milagros más espectaculares. Sigue siendo un santo que pasa por debajo de la mesa cuando la gran mesa se sirve al día siguiente, al 24, por derecho propio. Sigue siendo un santo con apellido desconocido. Aunque sea de Key, su ciudad natal, su apellido es Cancio, y con ese apellido, sin otros avales que los de la docencia, no se llega muy lejos, ni siquiera en el honor de las devociones.
Yo, en mi santoral, le tengo reservado el altar que le pertenece. Y todavía, cuando se cuadra, digo a mis alumnos que existe un santo protector de los profesores, igual que seguimos necesitando a un alumno que haya pasado al honor de la santidad solamente por eso, por ser alumno, que no es poco.
Fue también este Juan polaco un párroco de pueblo, que tampoco es mucho aval, pero que algunos párrocos, como el santo cura de Ars, lo han trascendido, inclusive a su pesar. Y els que, por la vida, para sobresalir, hay que vestirse o con una sotana que te distinga, no del común, o con un traje que no sea de calle, que no tenga uniforme, como suele ser el atuendo de todo profesor que se precie.
Lo siento por no poder alardear para este santo de otras dotes que no sean las de la docencia, es decir, las de repetir sin cansancio, día tras día, esas verdades, algunas no muy asimilables por los alumnos, pero necesarias, imprescindibles para andar por los caminos de la vida. Lo siento, profesor. Lo siento, profesores.