Mateo, el odiado (21 de septiembre)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

¿>Cómo se le ocurre a Jesús decirle, ven, sígueme, si este tipo parece no encajar con las intenciones del Nazareno? ¿Cómo se le ocurre invitarlo para que se una a la comitiva, si lo único que puede acarrearle es mala imagen?. Y leso fue precisamente lo que dijeron los puros de la época:
- ¿Cómo se le ocurre al maestro invitar a semejante calaña?
Era odiado este tal Leví, hijo de Alfeo, por los judíos. Y no era para menos. Se apelmazaban en su persona todas las condiciones para el desprecio: recaudador de impuesto, estafador, intransigente, denunciador. Los contribuyentes, en cualquier parte del mundo y en cualquier época jamás ven con buenos ojos a quienes les exprimen sus dineros, sobre todo cuando se sospecha que tales dineros no son utilizados para lo que debían ser sino para la malversación por parte de los recaudadores. Malo entonces que Jesús, llamara a este tal Leví, o Mateo, para que le acompañara en su predicación. Los ojos de los contribuyentes siempre le apuntaría con el dedo. ¿Qué tramará este grupo que hasta acoge a ladrones y estafadores?
Hasta el mismo recaudador, según me cuenta Caravaggio con su pincel, se asombró cuando Jesús le dijo: acompáñanos. Copió el pincel de Caravaggio el momento exacto: Mateo en su mesa, contando las monedas, junto a sus empleados. Mateo confabulando con los suyos acerca de cuanto podían sustraer antes de entregar lo recaudado a la autoridad romana. Por eso, cuando Jesús le dijo, ven, el pincel de Caravaggio recogió el momento en el que el dedo de Mateo pregunta:
- ¿Yo?
Sabía Mateo quién era Jesús, igual que Jesús quién era Mateo. Todos lo sabían. De ahí la incredulidad: ¿te refieres a mí?. Porque es para no creerlo. Meter en el grupo a personajes como Leví es ganarse la enemistad de propios y extraños.
Aceptó el recaudador, y para celebrarlo, un gran banquete. Había dinero para eso y para mucho más. Invitados de su calaña, y Jesús y los suyos degustando los manjares pagados con los dineros de los contribuyentes. Hasta los discípulos se enojaron:
- ¿Qué pretenderá el maestro?
Y así comenzó Leví, Mateo, el recaudador de impuesto, el odiado por el pueblo, por los más pobres del pueblo pobre, en el grupo de los seguidores del predicador de Cafarnaún.
Luego él mismo se encargaría de dejar constancia de esta anécdota y de otras escribiendo sus memorias, es decir, ese evangelio que lleva su nombre y que tantas veces hemos leído. Colocan los pintores a su lado un ángel para inspirarlo. Pero yo creo que no era necesario. Mateo, al fin y al cabo un profesional, un hombre de letras, no tenía más que estrujar los recuerdos sin acudir a la imaginación para dejar constancia de los visto y oído. Y este, entre otros muchos, es el gran milagro que nos dejó: el trecho que caminó junto a Jesús una vez que renunció a su trabajo lucrativo y emprendiera camino. Eso sí, tuvo que ir quitándose de encima el lastre que llevaba: ser recaudador de impuestos y precisamente para una potencia extranjera. ¡Hay que tener mucho coraje!