La Virgen de los Dolores (15 de septiembre)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Las imágenes de la Virgen de los Dolores reposan en todas las iglesias, pero no todos los días sale en procesión. La Virgen de los Dolores es una Virgen de primavera, cuando abril explota en color y, sin embargo, la Virgen explota en dolor. La Dolorosa es la Virgen de las Semana Santa, esa que pasea, a son de redoble de tambor, a ritmo de gemido de saeta, y en algunos sitios a estruendo de carraca, por plazas, calles y descampados españoles, y a hombros de los cofrades, por todos los caminos de España. ¿Qué hace, entonces, esta Virgen en septiembre, cuando por las mismas plazas, las mismas calles, en las mismas ermitas hay jolgorio, hay procesión alegre y veraniega, hay fiesta?. No pareciera ser ésta una Virgen para septiembre y, sin embargo, lo es. La liturgia lo dice.
La Virgen de los Dolores. La Virgen de la profecía de Simeón. La Virgen de las espadas clavadas en el corazón, hasta siete, pues siete dicen son las espadas proféticas. La primera, la misma profecía anunciando el resto; la segunda, la huida a Egipto; la tercera, el niño perdido y posteriormente hallado en el templo, como si nada; la cuarta, topándose, camino del calvario, con el hijo arrastrando la cruz en la que iba a ser crucificado; la quinta, justamente el momento de la crucifixión, de la agonía, de la muerte; la sexta, el momento de desclavar al hijo y conducirlo nuevamente hasta la tierra, luego en los brazos de la madre; y la séptima, el momento del entierro. 
No sé realmente si fueron éstas las siete espadas profetizadas por el anciano Simeón, en aquellos días primeros cuando las madres anhelan los mejores augurios para sus muchachos. Pero aunque no fueran todas, cualquiera de ellas parece suficiente para convertir a una madre en dolor. Así lo profetizó Simeón: una espada te atravesará el alma. Una metáfora, claro que sí, pero bien clara y determinante.
La Virgen pasea su dolor en este mes de septiembre, ya lejos de la Semana Santa. La Virgen vuelve a vestirse de negro, aunque con corona dorada. La Virgen vuelve a derramar lágrimas cristalinas que transfiguran el dolor de cualquiera que la mira. La Virgen llora en esta estación que conduce al otoño, como si se tratara del anticipo de ese agotamiento que vendrá, de esos temporales de viento y campos deshojados, de ese declive de la naturaleza que tuvo su auge precisamente en abril, cuando la Virgen andaba por calles y plazas con el dolor reciente, pero sabiendo que dentro de poco la primavera, con la resurrección, continuaría viva y desafiante.
Van quedando ya pocas de las festividades veraniegas y la vacación tendrá que aguardar hasta el próximo verano. La Virgen de los Dolores, sale ahora en andas para recordar que tanto el dolor como la alegría son monedas corrientes, son cada día que pasa, según las espadas que la insensatez vaya clavando en los corazones maternos. Esas espadas que hoy han tomado una nueva identidad, que es la del terror planificado, la de las madres que ya han perdido la libertad del camino, la de los caminos del calvario inventados por la insensatez.
Vuelven las Dolorosas a las plazas durante este mes de septiembre como si el tiempo de la insensatez no pasara nunca.