Nuevos aires

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Ha nacido la infanta Leonor y con su primer grito, pues su abuela, la reina, la tacha de llorona, ha traído nuevos aires. Lo que me agrada. Basta con que haya nacido la criatura para que casi todos los españoles den un paso adelante a favor de la mujer. Si la criatura hubiera sido varón, quizá las mujeres españolas tuvieran que esperar todavía un poquito más, pero como se trata de Leonor, la cosa cambia. La niña, que ha nacido con todos los derechos que tienen todos los niños, menos el de ser reyes, que eso lo da la sangre y el árbol genealógico, la niña, digo, ha nacido con buen pie, porque ha nacido ya mecida por lo que, se repite, son aires nuevos. ¿Qué hay que enmendar la Constitución para que Leonor, cuando le toque, pueda reinar?. Pues se enmienda. Todos, o casi todos, estamos de acuerdo. Inclusive el obispo de Tui-Vigo, monseñor José Diéguez Reboredo, quien ha dicho: “Como dicen que hay aires nuevos, habrá que ser coherentes”.

    Dicen, no es que lo diga monseñor, dice él que lo dicen. Y está bien que lo diga así, con precisión, y para ser coherentes. Porque si aplicamos a la iglesia las mismas reformas con las que hay que maquillar a la Constitución para que Leonor pueda ser reina, es preferible que lo digan los demás, para que la iglesia no lo diga.

    Digo yo que sí es verdad que hay aires nuevos, y no porque haya nacido la infanta, sino porque el espíritu de dios hace tiempo que viene soplando en otras direcciones. Desde el Concilio Vaticano II se habló de ese viento que dieron en llamar “aggiornamento”, pero que no terminó de cuajar. Muchas son las voces, masculinas y femeninas, dentro de la Iglesia, que desean respirar de otra manera, y la jerarquía no se lo permite. Y ahí tenemos el recién finalizado Sínodo de los Obispos que se ha empeñado en no abrir las ventanas de par en par, para que se ventile todo lo que necesita ventilación. Por eso no me extraña esta precisión de monseñor Diéguez Reboredo cuando dice que dicen. A él no le entra prisa en la enmienda o reforma constitucional, entre otras cosas porque hay que dar tiempo al tiempo, y mientras más tiempo transcurra, más tranquilidad para las transiciones. Y es verdad que, salvo imprevisto, que Dios no los quiera, todavía tiene que transitar mucho trecho la recién nacida infanta para que se haga en ella la voluntad constitucional. Pero muchos dentro de la Iglesia, hombres y mujeres, desean respirar otros aires porque, de lo contrario, se ahogan. Es decir, que hay enmiendas que, según la lógica pueden esperar, y las hay que, por la misma lógica de la supervivencia en el reino de la fe, no tanto.

     Nos ha nacido la infanta sucesora y se ha consolidado la monarquía. Está bien. Quizá esta criatura pueda abrir de par en par las ventanas para que esos aires nuevos zarandeen las frondosas cabelleras femeninas de todas las mujeres españolas. Incluyo en esto a las monjas, para que monseñor vaya anotando en su agenda. Así es que lo que dice el pasodoble: una coplilla recorre España…, pero dudo que conmueva los ventanales de las curias para que la feminidad, dentro de la iglesia, pueda caminar con los mismos derechos y los mismos deberes. Que lo de igualdad en derechos y deberes es dogma de fe, caramba.

.