La Rosa Rosa (23 de agosto)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Qué bonita era esta limeña, de nombre de pila Isabel, pero de nombre natural de Rosa. Qué bonita era y cómo cuadra en ella aquello de la canción: “déjame que te cante, limeña”. Si su piel no era del color de la canela, yo se lo pinto; si sus ojos no eran del color de la América nueva, yo se los coloreo; si su caminar no exhibía la gracia de la tierra casi recién descubierta, yo le endoso ese ritmo. Porque nació siendo Rosa, se equivocaron y la bautizaron como Isabel, pero la naturaleza rectificó y permaneció como Rosa por los siglos de los siglos. Rosa, la de Lima, la peruana, la de blanco y negro, la de la mariposa.
¿Qué por qué la de la mariposa? Pues porque andaba confundida con qué congregación religiosa identificarse. Lo intentó con las agustinas, y no. Le daba vueltas a la cabeza, y nada. Hasta que apareció, revoloteando, inquieta, ante su mirada, una mariposa en blanco y negro. Que fuera mariposa, y ella Rosa, no infundía sospecha, pero que se tratara de mariposa en blanco y negro ya daba que pensar. Y ese revoloteo le hizo devanar los sesos hasta que le vino la inspiración:
- Las religiosas dominicas, las que visten túnica blanca y toca y manto negro.
Y se produjo el primer milagro: religiosa, pero no de convento, sino de esa agrupación de mujeres con denominación de Orden Tercera, que permanecen con el cuerpo en sus casas pero con el espíritu en sus conventos. Y así se cumplían en ella dos deseos: el de ayudar a la economía familiar, que era escasa, con sus trabajos, y el de estar a bien con sus pretensiones de religiosa, que era su vocación.
Qué bonito el día de su entierro. En aquella Lima con Virrey, en aquella Lima caballerescamente castellana, en aquella Lima cristianizada según las leyes de la conquista, el entierro de Rosa, la santa, como el pueblo la llamaba, y como todos estaban convencidos, fue algo excepcional. El primer trecho, que caminaba una cuadra entera, salió el féretro a hombros de los monseñores de la catedral, los máximos representantes eclesiásticos, el segundo trecho, otra cuadra, a hombros de oidores, es decir, los senadores peruanos, que es tanto como los representantes civiles de la más alta consideración; y el tercer trecho, una cuadra más, a hombros de religiosos de todas las órdenes asentadas en Lima, que eran muchas y de consideración; pero durante todo el trecho, el pueblo llano, el pueblo que se había convencido de la santa sencillez de la vida de aquella mujer que, sin llegar a los claustros, tuvo la osadía de construir su celda en un recodo del solar de su casa para vivir en ella como en las celdas de clausura vivían las religiosas.
Es la Santa patrona de América, que es algo así como decir que la iglesia se decidió por una mujer que siendo monja sólo lo fue oficialmente a medias. Patrona de América esta joven con solo 31 años de existencia, que derrochaba hermosura en su caminar y en su trato y que tuvo como pretendiente serio a un joven de alta sociedad, enamorado, y con el consentimiento de los padres de Rosa, pero al que rechazó la joven. Una muchacha que se cortó su deliciosa y abundante cabellera porque le dijeron que los hombres quedaban prendados de su donaire. Una joven que intentó pasar por la vida de Lima, su ciudad, como una desconocida, pero que no lo logró. Una santa dominica al estilo de los dominicos peruanos de la época. Una santa al estilo de Martín de Porres y de Juan Macías. Santos todos sin estridencias.