Maximiliano Kolbe, el martir de los nazis (14 de agosto)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Una vez que el centinela dio la voz de alarma, comenzó a cumplirse el ritual:
- ¡Ha huido un preso!
Sonaron las alarmas, los centinelas se vistieron de toda su furia, los carceleros comenzaron a contar a los presos.
- En este grupo están todos.
- En este también.
- Aquí falta uno.
Se había escapado un preso, y para tales fugas la ley nazi, esa que se cumplía a rajatabla en todos los campos, pero sobre todos ellos en el de Auscheitz, era clara y sin demoras: por cada preso fugado, diez de sus compañeros al exterminio. Pocos fueron los fugados, pero millones los exterminados. No hacía falta la excusa de una fuga para exterminar, pues las exterminaciones eran masivas, como todos sabemos y como el cine y la literatura se han encargado de recordarnos. Pero en esta ocasión había que cumplir el reglamento, sacaron de los calabozos al grupo de los no fugados, y comenzaron a contar: de cada diez, uno a la muerte para vengar la fuga del compañero. Y ya estaban los diez señalados cuando el décimo gritó:
- ¡A mi no! ¡tengo mujer e hijos!
Y luego la voz pausada de Maximiliano, compañero de concentración, de profesión franciscano, inocente come el resto, ni siquiera acusado de judío:
- Yo reemplazo a ese hombre.
- ¿Por qué? ¿Eres, acaso, familiar suyo?
- No. Pero tiene mujer e hijos de quien cuidar y yo estoy soltero y solo.
- Aceptado.
Y el franciscano Kolbe fue seleccionado para una muerte más a corto plazo, pues todos los que se encontraban en Auschwitz sufrían ya la condena de por vida.
Kolbe, con sus otros nueve compañeros condenados a muerte, fue encerrado en el lugar de suplicio, en el calabozo del que no se sale. Uno a uno fueron muriendo. Solamente quedaba él. Pero se necesitaba el lugar, pues en la inmensidad del campo de concentración ya no quedaba espacio para todos los que, condenados, traían.
- Que le pongan una inyección de cianuro para despejar el calabozo.
Le pusieron la inyección, y murió.
Es ésta una divulgada historia de nazismo que todavía hoy escalofría. Pero así eran los tiempos de los nazis, más o menos como continúan siendo los tiempos hoy dominados por otros terrorismos, y asesinados los inocentes con idéntica saña. Estamos entrando en una nueva versión del nazismo de entonces, con idénticos mártires, y con idénticos trueques. Y no es tanto el tiempo que nos separa desde aquella atrocidad. El caso Kolbe es de 1941. Los casos en Irak, Afganistán, Bosnia, Kosovo, Palestina y lo que venga es moneda contante y sonante. Aquella barbarie, en la que se cebó el franciscano periodista, Maximiliano Kolbe, es caso de todos los días. No hay más que prender el televisor para contemplar la barbarie.