San Cayetano, el banquero (7 de agosto)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Aquel día llegaron a la puerta de la casa donde vivían Cayetano y sus compañeros unas recuas de mulas cargadas con alimentos. El hermano portero no lo podía creer. Era del convencimiento de todos de que aquel día la comida sería el ayuno, pues no quedaba ni un mendrugo en la despensa. Cayetano había entrego lo último a quienes menos tenían. Pero Cayetano también observaba el rostro hambriento de sus compañeros y se preguntaba hasta cuándo podía imponerles a sus compañeros semejantes penitencias. Así es que se encaminó a la iglesia, aventuró unos pasos hasta el altar, tocó con sus nudillos la puerta del Sagrario, y dijo:
- Recuerda que no tenemos que comer.
Fue entonces cuando las mulas se pararon ante la fachada de la casa para que descargaran las viandas. Y aquel día Cayetano y los suyos tuvieron para llevarse a la boca. Aunque el portero hablaba de milagro nunca supo a santo de qué. Cayetano calló aquel reclamo que hizo ante el Sagrario, tocando la puertecita con los nudillos.
Nunca fue un muerto de hambre este Cayetano, pues procedía de familia pudiente. Militar su padre, muerto por defender a su ciudad. Él, huérfano. Pero tenían recursos, por lo que no le resultó oneroso dedicarse poder estudiar. Y se graduó en Padua. Y de Padua pasó a Roma. Y en Roma trabajó como notario de la Santa Sede. Así es que su camino parecía trazado para puestos de altura.
Pero no, lo suyo eran otros menesteres: la atención a los necesitados. Pero también procurar que el escándalo en el que muchos hombres de Iglesia protagonizaban no se convirtiera en piedra de escándalo para los fieles. Decidió desprenderse de todas sus posesiones y así, de alguna manera, y con el ejemplo, enfrentar a cuantos seguían las enseñanzas de Lutero y las críticas hacia la suntuosidad de la iglesia, las bulas y otros pormenores.
Entre los milagros que realizó se me antoja que este de los Montepíos es el más fructífero. Un milagro de persona con ideas milagrosas para remediar necesidades impostergables. El milagro del banquero. Como sabemos, los Montepíos son instituciones para prestar dinero a quienes lo necesitan pero a bajísimos intereses, pues de lo contrario no podrían prosperar. Quizá sea por esto por lo que tanto cariño le tienen pequeños comerciantes y ganaderos, quienes lo consideran su patrono.
Un santo del siglo quince para los tiempos modernos. Un santo echar adelante a la gente que desea prosperar. Un santo emprendedor para personas emprendedoras. Un santo primero con dinero, luego sin dinero, y después prestamista con los más bajos intereses. Un santo para quien desea trabajar sin necesidad de mendigar.
Por eso me gusta este Cayetano, huérfano de padre, doctor de Padua, notario de la Santa Sede, fundador de congregación humilde, conversador con Jesucristo de tú a tú para que unas mulas se acercaran hasta la puerta de su casa con el fin de que aquel día tanto él como sus compañeros pudieran comer.