El totalitarismo

Autor: Adolfo Carreto

 

 

El colombiano cardenal López Trujillo ha tomado las riendas, en este nuevo período del Vaticano, que enarbolaba el actual pontífice hasta no hace tanto. Pareciera que hay que llegar a Papa para dejar de ser tan intolerante. La voz de la condena a troche y moche, tradicional en el Vaticano sobre ciertos temas, tiene ya un nuevo portavoz quien pretenderá atar para que nadie pueda desatar. Se trata de López Trujillo.

Claro, el tema se las trae: la permisividad laica del matrimonio entre sexuales. Tengo que decirlo: no me parece mal que la iglesia católica se oponga, por aquello de la doctrina tradicional del matrimonio entre sexos opuestos; esta oposición está muy en su derecho la iglesia de ejercerla, eso sí, de puertas adentro. Lo que ya no me parece es que el cardenal colombiano pretenda que todos los estados, católicos o no, tengan que pasar la aprobación de sus legislaciones nacionales por el cedazo de las creencias vaticanas; entre otras cosas, no me parece, pues tales creencias no son, ni con mucho, universales.

¡Estamos buenos!. ¡Mire usted por dónde, el estado español se ha convertido para el Vaticano de López Trujillo en “un escándalo mundial”!. Un estado político, monseñor, puede ser escandaloso por muchas razones, sobre todo por patrocina las muertes masivas tipo Bush y compañía, pero no porque dos personas del mismo sexo deseen permanecer unidas bajo el argumento del amor. Mucho peor es obligarnos a permanecer unidos, a pesar del argumento de que nos odiamos. Estoy hablando, por ejemplo, del divorcio. También de otras cosas.

¿La objeción de conciencia?. ¡Pero bueno! ¡Pregunte a la conciencia y a las objeciones teológicas de todos los teólogos condenados por Ratzinger cuando no era papa por no seguir los dogmas de su propia y personal teología!.

Pienso que los cardenales deben de tener más tiento a la hora de condenar, pues la pedrada lanzada puede rebotar y caer sobre el propio tejado. Hubiese sido más ejemplar una muy sonada condena, de palabra y de obra, a tantos pederastas internos y confesos, en vez de secretismos y ocultamientos. Porque, esto es lo que no cuadra, lo que se convierte en piedra de escándalo.

Se me antojan más morales los homosexuales que confiesa su condición y la hacen pública, sin alharacas, sin trampa, que esos horrorosos pecados eclesiásticos que se dejan pasar por debajo de la mesa, como si solamente fueran veniales, para no producir escándalo.

Creo que este cambio de Papa debería acarrear otros cambios, con menos acusaciones hacia lo externo y con más arrepentimiento hacia lo interno. Porque estas son las cosas que hacen que la fe, a veces, se vuelva añicos. Eso sí, se me antoja que Ratzinger ya tiene sucesor en aquello de la condena, pero no creo que López Trujillo, por ese camino, llegue a Papa.

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