Las Basílicas (5 de agosto)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Si todos los caminos conducen a Roma, todos los caminos de Roma conducen a la Basílica de San Pedro, todos van derechos al Vaticano, todos desembocan en ese centro que se ha convertido en el centro de la cristiandad. Y todos conocemos esa basílica. La conocemos más si cabe luego de la muerte del Papa Juan Pablo II, pues pudimos entrar y salir en ella de la mano de la televisión sin ninguna cortapisa. 
La Basílica de San Pedro nació siendo mayor de edad, quiero decir, que cuando fue terminada tenía ya 170 años. Su construcción se inició en 1454 y se concluyó en 1626. Es un decir, pues la Basílica de San Pedro día a día se construye y se reconstruye, día a día se hace nueva, resucita otra vez, para permanecer siempre en su sitio e inalterable. La Basílica de San Pedro está donde está porque en ese mismo lugar, donde se encuentra el sepulcro del Apóstol, fue crucificado, como se sabe, boca hacia abajo, al contrario de Jesús. Allí lo mataron y allí lo enterraron. Y allí mismo surgió el primer intento de basílica para culminar en esta, que ha pasado a ser La Basílica, la madre de todos los templos, allí donde la cristiandad se centra, allí donde los papas ofician, allí donde los santos son encumbrados a la gloria de Bernini, él logró que el asiento celestial se convirtiera en gloria terrenal en esta basílica.
No es un templo cualquiera, es el Templo. Y en él dejaron su ingeniería, su imaginación y los trazos de sus pinceles Bramante, Rafael, Miguel Ángel, Bernini, por nombrar solamente a los imprescindibles. Así es que este templo basilical, además de lugar sagrado, es museo sagrado de arte, es recopilación de la historia de la salvación descrita por los pinceles mejores, por los mejores ebanistas, por los mejores tallistas, por los mejores escultores, por todo lo mejor. Tenía que ser así, pues no otro sino es el que se merecía un lugar que es el lugar desde donde todo parte y hacia donde todo concluye.
Este cinco de agosto fue el día elegido para conmemorar este lugar, para hacer que la basílica sea más basílica todavía, para dejar constancia del suelo que se pisa, de los pasos que la han transitado, de los santos que en ella se han arrodillado, de las visiones que allí florecieron y que allí florecerán. Es un día señalado para señalar el lugar sagrado donde reposan los restos del primer Apóstol, donde reposan los restos de casi todos los sucesores, donde reposan los restos de todos los que dieron un paso hacia delante para la construcción, no solamente de la materialidad del templo sino de la espiritualidad que lo sostiene.
Todos tenemos una iglesia en nuestro corazón, casi siempre aquella pequeña y primera iglesia de pueblo donde dimos los primeros pasos, donde nos introdujeron para dejar constancia de lo que en adelante deberíamos ser. Así es que de alguna manera cada iglesia nuestra es la Basílica, el lugar del encuentro, el lugar quizá también del reposo, pero sobre todo el lugar de salida y de llegada. Todos tenemos un templo en nuestro sentimiento que se acerca a esta Basílica de San Pedro, en Roma, en el Vaticano, que ya nos es tan familiar como si por ella hubiésemos transitado desde siempre. Por eso este día es el día consagrado a la Basílica, a la de San Pedro, en Roma, y a la pequeñita ermita de mi pueblo que para mí es tan grande como cualquier basílica.