La Reina de los Angeles (2 de agosto)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Para rezar a Nuestra Señora de los Ángeles resulta imprescindible pedirle prestado el pincel a Murillo. Murillo es el pintor de las Inmaculadas, de las Asunciones, eso ya lo sabemos. Pero les porque no hay Asunción sin ángeles que revoloteen en torno a la figura de la mujer que asciende hacia lo alto, atraída por la fuerza celestial, para que acuda a aposentarse en el lugar que le pertenece, al lado del Hijo, junto al Padre del Hijo.
Digo que Murillo se ha ocupado de todas las Inmaculadas posibles, y de todos los ángeles que la acompañan en su camino ascendente, como si fueran los encargados de indicarle el camino, un camino, por otra parte, que ella sabe. Y es que estos ángeles de las Inmaculadas asuntas de Murillo parecen poseer, tan diminutos como son, una fuerza inusitada, empujando hacia las alturas bien a las nubes en las que se apoyan las plantas de la Señora, bien a la luna, que ha dejado de ser luna llena para transformarse en cuna donde la Virgen se asienta.
La Virgen asciende siempre empujada, levemente empujada, sin atropello, sin que en ella se note esfuerzo porque no es ella la que se esfuerza sino la que es atraída. Son los ángeles, en multitud y pequeños, casi siempre juguetones, los que se encargan de que la Virgen no encuentre tropieza para su pie. Es la Virgen con la mirada hacia quien arriba la espera, y quien con ella anhela encontrarse: el Hijo, que hace poco la dejó en el suelo envuelta en dolor pero sabedora de la cercanía del encuentro inmediato.
Es la Inmaculada de Murillo, todas las Inmaculadas en una sola, todas salidas del mismo pincel, todas con la misma gracia santificante resplandeciendo en el colorido, la que asciende desde la redondez de este mundo, llevándose consigo la tierra. Es la Virgen de los Ángeles alborozados, con palmas festejando, con cánticos de alboroto celestial. Es la Señora redimida que va al encuentro del redentor. 
Se me antoja que son estos los mismos ángeles traviesos de Murillo que en aquella noche de alumbramiento de la Señora cantaron hasta despertar a los pastores aquello de gloria a Dios en los cielos y en la tierra paz a todos los que aman.
Es, qué duda cabe, la Reina de todos, pero sobre todo, la Reina de los ángeles que han bajado hasta la tierra, una vez más, pero ahora para escoltarla en su camino definitivo. Pues a este Reina le cantan también en este día todos aquellos que la tienen como patrona en el altar del pueblo, en el altar de la ermita y en el altar del corazón.
Agosto es el mes de muchas celebraciones de la Virgen, pero comenzar con esta celebración de Reina de los Ángeles es comenzar con bien pie, porque Murillo nos ha dejado cantidad de ilustraciones de este misterio ascendente en el que no pueden faltar no los ángeles que la custodian sino los ángeles que nos custodian.