Ignacio, el Vasco (31 de julio)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Decir San francisco de Asís, es decir franciscanos; Decir Domingo de Guzmán es decir dominicos; y decir Ignacio de Loyola es decir jesuitas. Y habría que poner punto final aquí y callar, pues ya está dicho todo o, al menos, ya está dicho lo fundamental. Porque, decir jesuitas, es decir algo fundamental para la historia de la iglesia católica.
Los jesuitas son el temperamento vasco de la iglesia, aunque no todos hayan nacido en el país de los vascos. Decir jesuitas es decir obediencia, pero también rebeldía, es decir oración, pero igualmente acción, es decir universidad pero también escuela, es decir juventud con clase pero de la misma manera juventud desasistida, es decir teología tradicional pero con el mismo énfasis teología de la liberación. Decir jesuitas es decir iglesia, es decir temperamento, es decir obediencia al papa, que en ese contexto fueron fundados pero es decir, con igual intensidad, disidencia lógica cuando la lógica marca la disidencia.
Los jesuitas arrancan del temple militar de este Iñigo, luego Ignacio, ahora nuevamente Iñigo, que nació en Loyola, de familia rica, y que su destino eran las armas. Hasta aquel día en que lo hirieron los franceses mientras él, como capitán, defendía a Pamplona desde su castillo. No resultó una contienda muy afortunada para él. Cuando sus soldados lo vieron malherido, capitularon. Los franceses tomaron el castillo.
Vasco este Iñigo con casta de Quijote. De hecho sus leyendas preferidas eran los libros de caballería, y eso fue lo que pidió para distraerse mientras intentaban componerle la pierna, y que no pudieron del todo, pues permaneció cojo durante toda la vida. Manco Cervantes y cojo Iñigo, Ignacio. Y a falta de libros de caballería, vidas de santos; que no se diferencian tanto unos de otros. Y con esa lectura, el cambio de vida: nada de armas y a otra cosa.
El estudio primero, las reuniones en París con un reducido grupo de amigos, Francisco Javier entre ellos, y el germen de su invento: la compañía de Jesús. LY así fue madurando la idea, y así lograron que floreciera eso que hoy conocemos como Compañía de Jesús, cuyos protagonistas son los jesuitas.
San Ignacio puso a sus compañeros bajo la tutela del Santo Padre. Y en eso andan. Encomendó a los suyos la enseñanza desde lo primario a lo superior, y en eso andan. Mandó a francisco Javier a evangelizar en otras fronteras y todavía en eso andan, muchas veces contra viento y marea, muchas veces, como en San Salvador, a costa de la vida.
Aquellos escrúpulos que tanto molestaron al joven Iñigo no dejaron rastro ni en él ni en sus descendientes. Aquello de que todo era pecado los jesuitas han sabido matizarlo muy bien, y han sabido demostrar cómo el pecado está donde se creía que no estaba, y cómo no está donde se creía que sí. Los jesuitas han sido siempre abanderados, sin menos precio al resto, que cada quién tiene su historia que contar. Pero yo, que tengo muchos y muy buenos amigos jesuitas, sé de quién hablo y por qué. Y eso que mi debilidad, como se sabe, son los dominicos. Pero aquellas supuestas intrigas, o envidias, entre unos y otros, están enterradas. Y puedo dar fe.