Lo correcto y lo incorrecto

Autor: Adolfo Carreto

 

 

No me sorprende la noticia, lo que me sorprende es que trascienda a estas alturas. Y lo que me sorprenden es la oficialidad con la que algunos obispos, concretamente el de Gales y el de Escocia, vengan a decirnos ahora que no nos preocupemos por la literalidad de la Sagrada Escritura, pues en ese libro inspirado por Dios lo trascrito no corresponde exactamente con la inspiración.

     Hace muchos, muchísimos años, cuando yo andaba aprendiendo las primeras letras teológicas, ya mis profesores, dominicos ellos, sesudos, apegados a la más exquisita intelectualidad, sin tacha, me, nos, advertían: No deben de leer la Biblia al pie de la letra, para que ni se confundan ustedes y ustedes confundan en sus enseñanzas. Y existía, existe, aquella maravillosa asignatura que se llamaba exégesis bíblica, que no era ni más ni menos que la de la correcta interpretación del texto escrito. De igual manera mis profesores nos alertaban sobre los problemas de las diferentes traducciones del libro sagrado, y aquel anciano profesor llevaba al aula dos Bíblicas y primero leía unos versículos len una, luego los mismos versículos en la otra, y veíamos la diferencia. Y nos alertaba, la diferencia no está en la inspiración divina sino en la traducción humana.

     A uno lo educaron así, pero al parecer, y luego del asombroso descubrimiento de estos dos eminentes obispos del Reino Unido, a no todos nos educaban igual. De lo cual se infiere que hemos recibido una educación bíblica y teológica según cada aula y cada profesor. Estos obispos han descubierto ahora lo que los teólogos dominicos, hablo solamente de los míos, ya enseñaban con toda solemnidad, verdad y lógica teológica a tono con las circunstancias.

     Pero, a decir verdad, no deja de ser preocupante esta noticia: el que unos señores obispos nos alerten a estas alturas de que hay partes en la Biblia de que no son “completamente correctas”, o de que en la Biblia no hay que buscar una “corrección científica total”, ni tampoco “precisión histórica”, y que hay que tener mucho cuidado a la hora de leer tanto el Génesis, es decir, el principio, como el Apocalipsis, es decir, el final. Y entre principio y final andamos.

      Antes, cuando se acercaban a la puerta de mi casa los bíblicos protestantes para convencerme de la literalidad de lo escrito en el libro sagrado, discutía con ellos. En vano, pues mi predicación no daba resultado. Pero ahora estoy viendo por qué: porque todas enseñanzas teológicas han estado muy arraigadas en la concepción anglosajona de la teología, y esos predicadores ambulantes, con Biblia en mano y número de versículos en los labios, terminaban convenciendo a no pocos. Y lo que me preocupa es que los obispos de Reino Unido hayan tardado tanto en proclamar lo del lenguaje simbólico y lo del lenguaje normal, lo de los estilos empleados en la Biblia según por donde fuera la inspiración divina, lo de las fechas y años de Matusalén, lo de las parábolas de Jesús y la vida de Jonás, y el carro de fuego, y la división del mar en dos, para que pasaran unos y se ahogaran otros.

     Y es que a veces llegamos con mucho retraso. Digo que llegamos después de que los feligreses ya han conseguido la orilla.

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