Paulino, el inventor de las campanas (22 de junio)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Cuando aquellos campesinos de Campania comenzaron a escuchar el sonido del bronce, comprendieron que algo raro estaba ocurriendo. ¿De dónde viene ese sonido? ¿Quién se atreve a profanar el silencio natural de la campiña con aquel estruendo? ¿A quién llama ese tan, tan, tan?.
- Dicen que viene de por los lados donde el cura Paulino construyó la iglesia de San Félix.
Efectivamente, desde aquellos lados provenía el sonido. Por eso, como ese sonido sonaba a llamada, hacía el lugar se encaminaron. Y sí, cuando preguntaron a Paulino la razón, el les mostró la campana, volvió a hacerla sonar, y les dijo:
- ¿Verdad que suena a llamada?
No podían negarlo. Ellos estaban allí respondiendo al sonido, luego el tal sonido era sonido de llamada.
- Se llamará campana.
- ¿Por qué campana?
- Porque estamos en Campania. Porque ha nacido aquí.
Y cada vez que los lugareños escuchaban en tan, tan, dejaban sus cosas y se encaminaban al encuentro de la campana, al encuentro de la iglesia y al encuentro de Paulino.
Cuentan que este es el origen de esa llamada de la campana de la torre que en todo pueblo hay, que en toda catedral campea, que en toda ermita luce, que en toda espadaña se recorta. No hay iglesia sin campana, más grande, más pequeña. No hay bautizo que no haya sido anunciado, ni matrimonio, ni sepelio, ni rezo del Ángelus. No hay procesión sin el repique, que unas veces es de fiesta y otras de tristeza, que unas es de esperanza y otras de tragedia, o de arrebato. Quienes hemos nacido y crecido bajo la identidad del sonido de las campanas pueblerinas no terminamos de aprender a vivir sin su son. Y todo gracias a la ocurrencia de este Paulino, nacido en Burdeos, de extirpe pudiente, su padre gobernador, con riquezas a montones, amigo de todos los santos de la época, San Ambrosio, San Agustín, San Jerónimo, San Delfín.
No iba para cura. Iba para la diplomacia, por eso lucía como hombre de exquisito trato. Iba para poeta, no en balde se educó con los mejores poetas y escritores de la región. Iba para hombre de trato mundano, dada su condición familiar. Hasta que un día se topó con San Delfín y se bautizó como católico.
Lo curioso de este Paulino es que no iba para cura sino que las gentes de Barcelona, exigieron al obispo su ordenación, por la prestancia que tenía, por el trato que exhibía, por la capacidad de convencer hablando bien, escribiendo bien, y por el ejemplo que daba en su matrimonio. Porque, hay que decirlo, Paulino estaba casado con Teresa y casado permaneció una vez ordenado sacerdote, lo que no agradó al Pontífice, pues en Roma, a pesar del la buena fama, el Papa lo recibió con desdén. Dicen algunos que ya entonces Paulina y Teresa no vivían como marido y mujer sino como hermanos, excusa que me parece disparatada y de mal gusto y tanto ofensa para él y su esposa como para la comunidad con la que convivían. Y es que esto de querer desfigurar los sacramentos, me parece muy poco sacramental. El matrimonio es sacramento por lo que es, y no es hermandad de dos, que eso es otra cosa.
Lo cierto es que Paulino ha pasado a la posteridad como hombre de bien, con su mujer al lado, como debe ser, y al lado de quienes lo necesitaban, también como debe ser. El resto de los milagros que le conceden se quedan chiquitos frente a este. Y si la Iglesia terminó canonizándolo, esto es, mostrándolo como cristiano a imitar, ya está dicho todo. También me quedo con el milagro de la campana. Amén.