Petróleo por alimentos

Autor: Adolfo Carreto     

 

 

 Cada día nos asombra más la evidencia. Son muchas las cosas que sabíamos, o al menos que presumíamos, pero como nuestras intuiciones, sospechas o clarividencias eran contradichas por la autoridad competente, pues nada, a seguir en las nebulosas y aceptar como buenas y honorables los programas modernos del ejercicio de la caridad. Se nos ha estafado ya tantas veces con estos programas humanitarios que uno no sabe en manos de quién poner nuestras limosnas. Se nos alerta ahora, por ejemplo, que nuestras posibles contribuciones para atenuar la incapacidad norteamericana para ayudar a los suyos, no las pongamos en manos de cualquiera. Y uno se pregunta: ¿quién es cualquiera y cuáles las manos confiables? ¿Las de las autoridades, las de los organismos oficiales?. ¿Quién y cómo y sobre todo, por qué, desvía para intereses personales o de grupo las caridades que los hombres de a pie realizan para ayudar a quienes no ayudan quienes tienen la obligación, no la caridad, de ayudar?

     Se trata del programa “Petróleo por alimentos”. Un programa humanitario que nunca me gustó, y escrito está. Un programa que, desde el principio, sonaba a chantaje, y probado queda. Un programa que no era para dar alimentos sino para conseguir más petróleo. O sea, que la caridad no partía desde la ONU hacia Irak sino desde los pozos petroleros iraquíes, y desde sus refinerías, hacia la ONU. Y esto que era evidente, que se dijo desde el principio, que no convencía entre otras cosas porque se sabía que los alimentos no llegaban a quienes tenía que llegar, continuaba como proyecto falsamente humanitario, descaradamente engañoso.

     Pues no terminó ahí el negocio, ni el ideológico ni el económico. Hete ahí que el tal Petróleo por alimentos que los pobres iraquíes nunca saborearon, ”carecía demasiadas veces de una contabilidad clara, honestidad y capacidad de gestión”. Y ésta si es una conclusión oficial, esto sí emana del seno de los expertos de las naciones Unidas designados para controlar la eficacia del proyecto. Dicen que Kofi Anán nada tiene que ver en el asunto, que el escándalo no lo salpicará, y que está triste. De acuerdo. Confío en la buena voluntad de este hombre. Me cuesta creer que él se embadurne las manos con pomada sucia. De acuerdo. Pero me recome la conclusión del Informe, la desfachatez de los proyectos y sus resultados, los funcionarios que inventan programas humanitarios para desviar los fondos, bien sean los fondos del chorro del petróleo bien sean otras caridades que los ciudadanos corrientes, que son la mayoría, están dispuestos a patrocinar.

     ¿En manos de quién tendremos que poner nuestra buena voluntad? ¿Por qué cualquier procedimiento humanitario siempre está a disposición de los corruptos? Porque no se trata únicamente de este proyecto de la ONU, mentiroso desde el principio, de cambiar humanitariamente petróleo por alimentos, que vuelvo y repito, suena ya, atufa ya desde su planteamiento a estafa, a camuflaje, a ayuda falsa, sino de todos los proyectos que por ahí andan y los que vendrán

     Esto de la corrupción es un terrorismo campante y galopante que nadie ataja porque está enquistado en el corazón de quienes están obligados a atajarlo.

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