Eliseo, el doble (14 de junio)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Dudaba si introducirlo en este santoral, pero como este santoral se sale un poco de lo tradicional de los santorales, a eso voy. No sé si Eliseo, el profeta, existió o no. La Biblia dice que sí, y si la Biblia lo dice, palabras mayores. Hay que leer entre líneas, también eso nos dicen. Hay que atender más a la moraleja que a la literalidad, también eso nos enseñaron. Las narraciones bíblicas son muchas naturalezas, con muchos estilos, y con distintas intencionalidades, lo que es verdad. Por eso Eliseo está ahí, en la Biblia, como una sombra, como e doble de Elías, como un mensajero de Yahvé para deshacer entuertos, que eso les, entre otras cosas, lo que pretendía Yahvé con los profetas.
Y entuertos había en aquella sociedad, y len cantidad. Entuertos religiosos, entuertos morales, entuertos políticos. Había obediencias y desobediencias. Había corrupciones y limpiezas. Había pecadores y arrepentidos. Había guerreristas y pacifistas. Había ira y había paz. Y había promesa. Todos los libros del Antiguo testamento son intentos de aclarar hacia dónde Dios quería conducirnos, hacia ese lugar dejaba de ser promesa para convertirse en realidad.
Andaba Eliseo por aquellos campos de labranza, arreando a sus bueyes, cuando se le apareció, en carne y hueso, Elías, y le dijo: Sígueme. Es la palabra clave del Antiguo Testamento, porque sígueme significa camino abierto, andadura no terminada, destino todavía no consumado. Sígueme, adelante, que todavía falta por hacer. Y, como en todas estas historias, Eliseo dejó a un lado a la yunta y siguió al profeta.
Y juntos anduvieron, Eliseo más a la sombra de Elías que éste a la de Eliseo. Hasta que Elías se fue. Hasta que Elías desapareció llevado por el enigmático transporte de un carro de fuego hacia un lugar, o estado, indefinido. Se fue, y no de muerte natural. Se marchó por un camino desconocido. Y quienes lo vieron irse, Eliseo principalmente, creyeron que regresaría.
Pero no regresó. Aquel carro es como estos modernos ovnis que, instantáneamente, llegan, se llevan y desaparecen. Lo esperaron, pero no regresó. Y Eliseo tuvo que seguir el camino trazado, amparándose con otros profetas en la soledad del desierto y en la predicación profética con los desadaptados.
Pero como los seguidores de Elías no comprobaban su retorno, comenzaron a pensar que realmente el profeta no se había marchado, y que era este Eliseo el espíritu viviente de Elías, el que marcaba sus huellas, el que gritaba sus enseñanzas, el que dictaba las normas de comportamiento, el que hablaba en nombre de Dios.
Pues bien, este es el Eliseo que nos queda: un doble. Pero un doble con sentido. Un seguidor del profeta que no desmereció durante el camino que tuvo que continuar a solas, dejando en claro que Yahvé tiene sus trucos para convencernos de que hay que seguir en la ruta.
Es, por lo mismo, un santo del Antiguo Testamento, un predicador de la realidad de la promesa, un preparador de caminos para que, cuando la hora llegara, todo estuviera dispuesto y en orden. Uno de esos que cuando les dicen, sígueme, y comprenden la razón de ese pedimento, no dudan en dejar la yunta de bueyes para comenzar a marcar otro surco.