Bernabé, el presentador (11 de junio)

Autor: Adolfo Carreto

 

 

No querían a Pablo de Tarso, no se fiaban de él. Lo de la conversión podía ser un truco. Eran tiempos aquellos, los de los primeros tiempos, en los que fiarse podía conducir a la muerte. Por más que dijeran que Pablo ya no era el que fue, por más que dijeran que Cristo le habló en el camino, hacia Damasco, por más que la leyenda del derribo del caballo fuera de boca en boca, muchos seguidores del Nazareno no se fiaban.
Los antecedentes de Pablo no eran para fiarse. Perseguidor. Consentidor del apedreamiento del joven Esteban. Soldado a caballo comandando las persecuciones. No se fíen de é, puede ser truco. Quizá quiera infiltrarse para conocer de los nuestros, de donde se esconden, de qué puestos tienen, de cómo dirigen. Un infiltrado que anda en procura de datos para detener, para apedrear, para decapitar, para crucificar.
Y no, muchos no se fiaban. Pero Bernabé sí. Lo tomó de la mano y le dijo:
- Saulo, ven. Voy a presentarte.
- ¿A quién?
- A los apóstoles.
Saulo accedió, pues sabía que los temores que en torno a él circulaban eran infundados. Le dio la mano a Bernabé y el converso Saulo se inclinó ante los apóstoles para que lo diagnosticaran. Y los apóstoles le dieron el visto bueno.
- Es un converso de verdad.
- No se le ve en sus ojos mentira.
- Que pruebe su buena intención con buenas acciones.
Así dijeron los apóstoles y Saulo cumplió. De ahí en adelante, ya sabemos.
Por eso digo que Bernabé tenía dotes de mediador, una especie de diplomático con elegancia, un presentador ante la concurrencia de lo que él creía merecía la pena.
Bernabé, nacido en Chipre, aunque judío de pura cepa, tenía ascendiente ante los apóstoles. En aquellos tiempos tuvo la valentía de vender sus fincas, que no eran pocas, y entregar el dinero a los amigos del Nazareno:
- Para lo que haga falta –les dijo.
Y se lo entregó sin condiciones. Y sin condiciones seguía los pasos que ya iban delineando los apóstoles, hasta que se topó con Saulo y consiguió su credibilidad ante la comunidad.
Ambos fueron, según los testimonios, los abanderados en recorrer caminos, en deshacer entuertos, en ir de ciudad en ciudad anunciando la novedosa religión. Y ambos consiguieron lo que parecía no entraba todavía en la mente de muchos de los seguidores del Crucificado, inclusive en la cabeza de algunos apóstoles: el hacer de la nueva religión una religión para todos, no solamente para los judíos, una religión universal. Los paganos tienen el mismo derecho en la creencia que los semitas. Dios es de todos. Les costó convencer, pero lo lograron. Tuvieron que apaciguar divisiones internas, pero lo lograron.
Lo cierto es que este Bernabé es solamente un apodo. Su nombre de pila era José, pero los apóstoles los rebautizaron y le pusieron por nombre José, que quiere decir El Esforzado. Un nombre que le cuadra. Un nombre del que estaban convencidos los de Listra, cuando allí fueron Saulo y él a evangelizar y lo confundieron, intencionalmente, con el dios Zeus:
- Es igualito que Zeus, alto y fornido.
Y es que las apariencias también ayudan.