Los damnificados

Autor: Adolfo Carreto

 

 

     Estamos claros, los damnificados no tienen nacionalidad; quiero, decir, la pierden al convertirse en damnificados. Aquí, en Estaos Unidos y en todas partes. Los damnificados son los integrantes de una nueva sociedad en la que se sumen cuando la sociedad en la que creían ya no los acepta como ciudadanos normales sino como damnificados. Los damnificados son tercermundistas, menos, en todas las geografías, pero se notan más tercermundistas en aquellas sociedades que creen haber desterrado de su seno el tercermundismo. Es esta una acepción que viene tomando fuerza a medida que pasan los días luego del paso de Katrina. Es decir, que los huracanes nos desnudan completamente, nos dejan a la intemperie. Pero no solamente a los directamente afectados sino a toda la sociedad.

     Hemos vuelto a descubrir una nueva imagen norteamericana por la desgracia del Katrina. O dicho de otra manera, los norteamericanos han vuelto a verse en un espejo que ya creían no necesitar. Ha vuelto a subir al tapete de la conciencia pública lo de blancos y negros, lo de emigrantes y nativos, lo de ricos y pobres, lo de opulencia y sobre vivencia. Hemos vuelto a toparnos con la otra cara de un paraíso terrenal al que todos aspiramos pero en el que, de vez en cuando, aparece un ángel con su espada de fuego, de huracán, de agua, de vendaval, de lo que sea, para dejar en claro que hay que volver a comenzar a poner orden.

     Nos hemos topado con el otro mundo en un mundo que se creía dueño del mundo. Y no sé si aprenderemos a digestionarlo. Hemos vuelto a toparnos con la fragilidad humana, hemos vuelto a toparnos con las diferencias de clases, que ya predicábamos superadas, hemos vuelto a sospechar, y digo a sospechar, porque no sé si este es todavía un convencimiento común, de que todos somos iguales, de que a la hora de la verdad, o de la tragedia, todos somos vulnerables.

     Algunos dicen que se alegran, no por la suerte de los damnificados, que de eso no hay alegría posible, sino por el aldabanazo que la naturaleza ha propinado a los Estados Unidos. Yo no me alegro por eso. Sería una insensatez. Pero hay que estar dispuestos para leer la historia en el momento en el que la historia exige que la leamos. Y creo que éste es un momento para ello.

     Pasó el tsunami y ya como si no hubiera existido. Ocurren diariamente desastres naturales en todas partes del mundo, y al día siguiente, como si nada. Nos estremecemos al primer intento, cuando las fotografías y la televisión nos dan el porrazo. Pero luego hasta las fotografías pasan la hoja, y volvemos a las andadas. De todo esto sabemos mucho en Venezuela, pues no hace tanto nos estremeció aquí algo parecido, o peor, que lo de Nueva Orleáns. Y hasta que venga la próxima para, una vez más, volver a golpearnos el pecho.

     Digo que los damnificados carecen de identidad, pues hasta la física suelen perderla. Digo que los damnificados son todos de la misma condición y producto de las mismas necesidades. Digo que los damnificados, a la postre, somos todos, aunque nos empeñemos en serlo sólo durante unos días. ¡Es una lástima!

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